BELO HORIZONTE.— Todos pensaron que la tragedia se iba a repetir. Que la garra charrúa otra vez, como hace 63 años, volvería a dar un golpe letal sobre el anfitrión, pero al final... no sucedió.
Fue Neymar, el que mandó el balón al área, lo suficientemente lejos del portero Muslera, lo suficientemente cerca de Paulinho, para que así, la maldición quedara guardada.
Gol de Brasil, gol de final. La Verdeamarelha sobrevivió a su mal juego y al corazón uruguayo para llegar a la final de la Copa Confederaciones al triunfar por 2-1.
Fue un juego duro, de mucho pulmón y poco futbol. Sólo hubo algunos destellos de éste, como lo fue la recepción de Neymar para el primer gol brasileño, obra de Fred (41’); o la atajada de Julio César en el tiro de penalti cobrado por Diego Forlán.
Uruguay igualó con una jugada riñonuda, concretada por Cavani (48’), e hizo todo para alargar el juego, por llevarlo al terreno de la fuerza, y volver a hipnotizar a Brasil para, como hace 63 años en el Mundial del 50, derrotarlo, pero la maldición fue recluida por el tanto de Paulinho (86’), que devolvió todo a la normalidad.
El estadio Mineirao pareció inmune a todas las protestas que se realizaron a sus alrededores. El futbol volvió a triunfar por encima de las necesidades de un pueblo que ama el juego, pero que ahora encuentra en él, la mejor forma de hacerse notar ante los desacuerdos con el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff.
En la cancha, ambos equipos jugaron a lo que sabían. Brasil intentó explotar su magia, pero lo único que explotó fue el choque de piernas y es que los uruguayos sacaron “el hacha” para parar los intentos locales. Paradójicamente fue Brasil el que resultó más violento cuando David Luiz se enfrascó en lucha abierta con Diego Lugano, lo que significó la pena máxima a favor de los charrúas.
El histórico Forlán falló el tiro a gran atajada de Julio César. Mas el juego uruguayo no cambió, siguió mordiendo en todos los sectores a Brasil, que estaba a la espera de una genialidad para escapar. La genialidad llegó de las piernas de Neymar, quien llegó a línea de fondo y cedió el balón a Fred para que abriera el marcador con un buen remate.
Uruguay fue por el resto, a base de corazón lograron llegar al área brasileña y ahí, Cavani aprovechó un regalo para igualar el marcador.
El Mineirao enmudeció, tal como se calló el Maracaná hace 63 años. Parecía que Uruguay tenía todo en sus manos, que el juego iría al alargue y ahí, todo podría pasar.
Mas Neymar tuvo la última palabra cuando lanzó ese tiro de esquina, Muslera dudó y Paulinho llegó puntual a la cita.
No hubo tiempo para más.
Brasil cumplió con los pronósticos y jugará la final contra el ganador del España-Italia. Su juego no convenció, pero por lo menos, logró que la maldición no se repitiera.

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