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Hasta la vida estuvo cerca de perder

25/07/2014 |01:02
Redacción Querétaro
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Un árbitro se debe foguear en el llano, en las canchas de tierra, de piedra, donde marcar un penalti, no sólo es protestado, sino peleado a mansalva por el barrio, por el pueblo mismo.

Por ello, Rodríguez recuerda el momento en el que pudo perder la vida: “En un Torneo de los Barrios, un jugador me agredió... Lo expulso porque da un codazo, y en respuesta me rompe el labio y caigo al piso”.

La cancha era de tierra, “llena de rocas y el jugador agarra una y me la avienta a la cabeza... ¡Si me da, me mata!, pero me alcancé a quitar”.

No fue la única ocasión en que puso en riesgo su vida. “En un pueblo que se llama Pochochitlán, fui a dirigir en una ranchería. Fue un partido duro y al final, “ganó el equipo de fuera”.

El árbitro pensaba que todo había terminado: “Con honestidad y para evitar que se pensara mal, me iba a ir por mi lado, pero la gente del equipo de visita me decía: ‘Árbitro, véngase con nosotros, lo van a matar’. Yo no entendía el por qué y me negaba... ‘Véngase con nosotros, esto no va a quedarse así’”.

Marco entendió la gravedad del asunto “y me fui con ellos, en un camión de redilas. De repente se empiezan a escuchar golpazos... ¡Nos estaban aventando piedras, que digo piedras ¡pedradones! Jugadores y árbitro nos tapamos con las maletas y las tablas. Sólo oía lamentos. Desde el cerro, la gente del pueblo nos atacaba a pedradas”.

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