RECIFE.— Para cuando Stipe Pletikosa realiza su primer despeje, la palabra que puso a la afición mexicana en el ojo del huracán se ha pronunciado varias veces ya.

De grito intimidatorio hacia el guardameta rival a lema de batalla deportiva. De pronto, en las tribunas de la moderna Arena Pernambuco nace el “¡Todos somos pu... Todos somos pu...!”, seguido del infaltable “¡Y ya lo ven, y ya lo ven, como locales otra vez!”.

Invasión tricolor en el noreste brasileño salpicada por la esencia juguetona del mexicano con su lenguaje. Las redes sociales vuelven a ser el mejor aliado. Durante el largo trayecto de la zona hotelera de Recife hasta el estadio, muchos se enteran de que el Comité Disciplinario de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA) decidió no castigar al combinado nacional por esa expresión realizada cada que el portero adversario despeja.

No es que les quitara el sueño o planearan no hacerlo, pero saber que no habrá consecuencias para la Selección Mexicana aumenta el deseo de llamar “pu...” a quien ellos consideren lo merezca.

Incluso a sus compatriotas. Se trata del desahogo que da una palabra indispensable ya en el léxico futbolístico mexicano, sin importar los rasgos peyorativos que tiene.

El “¡Todos somos pu... Todos somos pu...!” se multiplica en las inmediaciones de la Arena, enclavada en una zona de difícil acceso, ya que se ubica en medio de una reserva ecológica del estado de Pernambuco.

Las complicaciones no son insuperables, como si lo es la sonora voz que entona con impresionante gallardía la letra concebida por el poeta Francisco González Bocanegra. Más de 35 mil gargantas al unísono. Se eriza la piel.

Sólo le compite ese grito que explota por primera vez cuando apenas se rebasa el cuarto de hora inicial. El primer “¡pu...!” del duelo se da, 120 segundos después del silbatazo inicial del árbitro uzbeko Ravshan Irmatov, pero es tímido. Llega tras un ligero contacto del meta croata con el esférico.

También se presenta una innovación: el intento de presionar a los rivales se extiende a los saques de esquina.

Aunque no tanto como en el despeje de portería, acción que se ha vuelto un ritual para la afición mexicana y un fenómeno incomprensible para las autoridades de la FIFA.

Especial momento de una tarde en la que hay espacio para venerar al nuevo “santo mexicano”. Más allá de que Oribe Peralta es el jugador con mayor respaldo en las gradas, lo de Guillermo Ochoa adquiere tintes teológicos.

“Santo apóstol, san Memo, manda a los croatas de regreso. Si me cumples el deseo, a mi hermana te presto”, se lee en una pancarta. El aderezo es una imagen del portero tapatío vestido como San Judas Tadeo.

El ex guardameta del América y el Ajaccio es el nuevo niño consentido. Por eso, las ensortijadas cabelleras aparecen por doquier. “Somos discípulos de la corriente “Memista””, comparte Antonio Gutiérrez, aficionado de Guadalajara, quien presume el canto que se hace popular en unos cuantos segundos: “¡Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver, ése no es un portero... Es Francoise Memé”.

Cúmulo de gritos que marcan la húmeda tarde del noreste brasileño, esa en la que la invasión mexicana es aún más severa. Marco perfecto para comprobar que la presión al adversario no tiene límites y que “todos somos pu..”.

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