Argentina sangró. Estuvo de luto por la muerte de 649 de sus combatientes durante la Guerra de Las Malvinas que perdió ante la Gran Bretaña en 1982. Había dolor, resentimiento en ese pueblo sudamericano contra la potencia militar europea.

Diego Armando Maradona fue el Napoleón, que con su mano divina, y habilidad de “Barrilete Cósmico” logró cobrar venganza de los ingleses en una cancha de futbol. Hace 30 años, en el Estadio Azteca se convirtió en un “Dios”, un ser al que le rinden pleitesía en el país de la Albiceleste por la gesta a la que convocó y salió victorioso. Un general que con el balón logró acceder a la divinidad.

Fue el 22 de junio de 1986, cuando “Pelusa” se puso los botines, se acordó de la picardía y la ejecutó a la perfección en el duelo de cuartos de final en el que Argentina salió victoriosa 2-1 ante la escuadra de la Rosa.

“Maradona tiene un poder sentimental sobre muchos argentinos, se vengó de Inglaterra y recuperó simbólicamente Las Malvinas y eso lo coloca en el lugar de un prócer y no de un futbolista”, describe en entrevista exclusiva con EL UNIVERSAL Jorge Valdano, compañero del mítico dorsal 10 albiceleste en ese Mundial de México 86.

“El Diego” marcó a la historia del balompié internacional. Mancilló a los ingleses. Los desquició con su picardía. Tardó 51 minutos en hacerlo. En una ocurrencia deshonesta, ilegal, pero legitimada por el desconcertado árbitro tunecino, Ali Bennaceur, logró emparejar simbólicamente el abuso de poder que Inglaterra tuvo contra Argentina en la guerra.

Aprovechó que Steve Hodge interceptó una pared que el propio Maradona quería hacer. Pero el inglés rechazó hacia arriba y con rumbo hacia su portería. El astro argentino saltó para inventar “La Mano de Dios” con la que venció al portero Peter Shilton. Los europeos enloquecieron en reclamos al silbante. Los argentinos gozaban con el gol de la ilegalidad.

“De alguna manera nos absuelve de culpa, ellos [el Reino Unido] en esa guerra hubo un abuso tan grande de fuerza, que nos dejaron con una sensación de que todos los goles nos los metieron con la mano”, rememora Valdano.

Cuatro minutos más tarde, Maradona tomó el balón atrás del medio campo y se enfiló hacia la inmortalidad. Sacó de la chistera “El Gol del Siglo”. El 2-0 parcial para su selección.

“Tuve la pelota y encaré a los ingleses. Me di cuenta de que no podían agarrar el balón. Cuando veo que [Terry] Fenwick duda, se la tiro adelante, me quiere meter la mano, pero yo venía a 100 kilómetros por hora, no me iban a parar. Cuando veo a Shilton, me tapa todo el arco, entonces lo amago, se la tiro cortita y queda despatarrado. Defino”, rememora el propio Diego Armando en un documental.

“Supe al instante que había un antes y un después de esa jugada. Desde ese mismo momento supe que estaba al mismo lugar de Pelé en la historia del futbol. Supe que no tenía que gritar el gol con él, porque la obra era demasiado individual, le pertenecía en exclusiva, no lo busqué a él, sino que saqué el balón del arco”, resalta Valdano.

El “filósofo del futbol” resume ambas obras de Diego: “Esos dos goles son muy argentinos. Amamos al virtuoso y somos demasiado complacientes con las deshonestidades. La viveza tiene más prestigio que la deshonestidad. No sé cuál es el gol que un argentino disfrutó más. La viveza en Argentina se ha consagrado hace mucho tiempo, por encima de la honestidad y el virtuosismo”.

—Por lo que pasó en Las Malvinas, ¿esa selección era un ejército? —se le cuestiona a Valdano.

—Sí, tenía su Napoleón que era Maradona y unos soldados con mucha experiencia, generosidad, sentido colectivo. El símil entre el futbol y una batalla está siempre presente. Cuando Napoleón es tan claro, lo demás es muy fácil deducirlo. Diego es una persona muy expresiva, apasionada y alrededor suyo se ha construido un mito.

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