Las Vegas.— “No estoy listo para grandes cosas, nací para grandes cosas”, fueron las palabras que Saúl ‘Canelo’ Álvarez expresó cuando le preguntaron si estaba preparado para enfrentarse a los mejores boxeadores del momento.

El boxeador tapatío, desde joven, se cree diferente. Pocas veces lo expresa con palabras, pues prefiere dejarlo latente cada vez que sube al ring. Sin embargo, no siempre los mejores le han aceptado el reto. Y cuando Floyd Mayweather se lo brindó, en 2013, salió con su primera derrota como profesional.

Santos, su primer nombre, inició el sueño de ser boxeador antes de los 12 años, cuando observaba a su gran ídolo de los encordados, su hermano Rigoberto Álvarez. Ahí empezó su anhelo de un día ser tan famoso como Julio César Chávez o Muhammad Ali; de pelear en Las Vegas y ser el estelar de las magnas carteleras del pugilismo de paga.

El más pequeño de una familia de ocho hermanos debutó en el sector profesional a los 15 años de edad, debido a que ningún rival amateur lo quería enfrentar. Tan sólo disputó dos Olimpiadas Nacionales, en las que su superioridad técnica era visible para todos.

Fuera de los encordados se distinguía por su carácter tímido. Le daba pena vender paletas en la calle, una obligación para los hermanos Álvarez para ayudar al negocio familiar. Sólo en las riñas infantiles de la escuela, el ‘Canelo’ mostraba su faceta temperamental. Una cualidad que explotó en el boxeo.

Desde sus inicios entrenó bajo las órdenes de José ‘Chepo’ Reynoso. Poco tiempo después se unió su hijo, Eddie Reynoso. Este trío pasó de una relación laboral inquebrantable a una familia. Con ellos, Saúl alcanzó el título superwelter del Consejo Mundial de Boxeo, en 2011 tras derrotar al británico Matthew Hatton, y posteriormente se adueñaron del de la Asociación Mundial, en 2013 al doblegar a Austin Trout.

Desde que alcanzaron su primera corona alzaron la mano para que los Mayweather o los Cotto le brindaran la oportunidad, pero poco caso le hicieron cuando tuvo sus primeras apariciones en Estados Unidos, como telonero de Floyd.

Ahí empezó la misión por darse a conocer entre los mexico-estadounidenses y, apoyado con la maquinaria de Televisa, rindió frutos hasta convertirse en un producto rentable para el negocio del boxeo de primera línea. Fue cuando ‘Money’ le aceptó el reto, en septiembre de 2013, que terminó en derrota por decisión mayoritaria.

A su primer descalabro le siguieron rivales con poca monta, como Alfredo Angulo y Erislandy Lara. En lugar de aportar a su credibilidad boxística, crearon más dudas sobre su verdadero potencial.

Pero en su última pelea, ante James Kirkland, se vio explosivo.

Miguel Cotto representa el escalón para justificar su lugar en el boxeo.

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