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“El Juli”, en el mano a mano, supera a Silveti

“El Juli”, en el mano a mano, supera a Silveti
21/01/2013 |00:57
Redacción Querétaro
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Ostenta la cima del toreo mundial, pero no por ello se conforma. Julián López El Juli dio un golpe de autoridad ayer en la Plaza México, cortó dos orejas tras cuajarle una faena de alto calibre a un toro de Fernando de la Mora que no ofreció mayores bondades y ante el que el madrileño hizo gala de valor. Aquel resultó el plato fuerte del mano a mano del que también fue protagonista Diego Silveti, quien obtuvo un apéndice en una tarde de máxima responsabilidad.

La presencia de El Juli en el cartel fue el puntal del lleno que registró la Monumental, primer triunfo de la tarde para el ibérico. Abrió plaza un ejemplar de Montecristo, metía bien la cara en los engaños, pero carecía de la fuerza suficiente para colaborar con el torero. Julián mostró la faceta de artista, dibujó verónicas a pies juntos, suaves y elegantes, dosificó el castigo de su enemigo y, una vez recibido, clavó las zapatillas en la arena para torearlo por saltilleras. El astado vino a menos en el tercio de muleta. El Juli interpretó el toreo vertical, estético, los naturales calaron especialmente en el tendido. No permitió mucho el de Montecristo, se terció, huyó, el torero le dio el terreno que pedía, lo consintió, estuvo por encima, pero el mérito artístico de la faena no tuvo recompensa tras una serie de pinchazos.

En su segundo turno, Julián se encargó en todo momento de la lidia, perfecto a la brega, ceñidísimo en las chicuelinas. Tomó la franela y sacó agua de las piedras. El de Fernando de la Mora se agarró al piso y, cuando hacía el viaje, apenas regalaba media embestida; el madrileño se metió entre los pitones, ofreció los muslos para provocar a un enemigo que espiaba, que no quería nada y con el que el torero emocionó a la afición, apegado a una premisa: pisarle los terrenos, jugándose la vida. Tras el valentísimo arrimón, El Juli cobró una estocada de efectos inmediatos y cortó las dos orejas. El quinto de la tarde, de Montecristo, no ofreció mayores garantías al español, quien ya había dado un fuerte golpe de autoridad en La México, de la que salió a hombros.

En una de las tardes más importantes de su carrera, Diego Silveti se mostró más que a la altura. El sorteo no favoreció al de Irapuato, quien intentó todo frente al deslucido toro que despachó en su primer turno. Ante el tercero del festejo, Mar de Nubes, evocó sentidos recuerdos, los de aquella faena que su padre, David Silveti, cuajó en La México el 12 de enero de 2003 a un ejemplar de la misma ganadería —Fernando de la Mora—, y con el mismo nombre. Diego no encontró la magia de aquella tarde ya mítica, el toro regateaba la embestida. Silveti se esforzó y saludó en el tercio. El que cerró función también tenía su guasa, no transmitía y llevaba la cara arriba. Diego le brindó la faena a su alternante español y, con base en consentir, dibujó trazos de calidad, especialmente, los naturales. Mató con una ración de acero efectiva y cortó el apéndice.

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