LEÓN.— Camino a León, Guanajuato, aparecen los Cementeros.
“Ya se sienten campeones, y como hace 15 años, nos los volveremos a chin...”, aseguran.
Con ese canto es como llegaron aproximadamente 10 camiones provenientes del DF, con alrededor de 300 personas, 300 azules que como hace 14 y pico de años, casi 15, llegaron con la ilusión intacta, con la ilusión de una vez más dar un golpe de autoridad.
La realidad es que la mayoría de estos jóvenes ni siquiera vieron cómo en aquella portería sur, en la que ahora Édgar Hernández y Christian Martínez calientan, se escribió la historia.
“Sí, sí, ahí Hermosillo anotó de penalti”, dice un chavo que no pasa de los 15 años.
—¿Y sí viste ese juego?
—Ejem, no.
—¿Viste jugar a Hermosillo?
—Mmm, no.
—¿Sabes quién es Comizzo?
—Eso sí, es una marca de tenis de León.
Toda la ciudad es verde, toda la ciudad, de una u otra forma, carga con los motivos del juego, por cada camiseta azul que aparece, surgen 30 verdes en cada esquina. Todo es verde, sólo los anuncios del “Buen Fin” lo sobrepasan.
“Mira mamá, las ofertas están re’ buenas”, le dice una jovencita a su madre. “Esas botas sólo cuestan 400 pesos, cómpramelas” suplica. La madre busca en el fondo de su monedero, de ese monedero del que sacó los centavos para comprar los boletos para el juego... “No mi’jita, no llego. O tus botas o el juego”.
La respuesta fue obvia: “Las botas ma’, al juego ni quiero ir”.
En el Nou Camp no cabe un alma más. Algunos inocentes llegan con la intención de comprar boletos al costo, pero no. “Mi jefe, mi jefe, dos de sombra”, ofrece con euforia un revendedor.
“Pero es de noche”, contesta el galán, que quiere quedar bien con su novia.
“Los quiere o no”... Y ni modo, tuvo que pagar cerca de mil pesos por cada entrada.
Esa es pasión.
León es todo verde, es todo Liguilla. León es una fiesta.
Y por ello se cobró desquite casi 15 años después.