Adrenalina a tope, tensión, sufrimiento, garra, coraje, talento y hasta suerte. Así puede ser descrito el pase americanista a semifinales, enmarcado por la angustia que le provocó el Morelia. Cruz Azul, por el contrario, eliminado, muerto de nada, goleado, con un témpano en el pecho y con una derrota ante León que rayó en el ridículo.

Dos caras opuestas, sentimientos distintos de sus aficiones. Las Águilas celebran porque dieron un paso más hacia el título, el cual pendió de un hilo hasta el silbatazo final. La Máquina cumplirá 15 años de sequía de gloria y pareció que a sus futbolistas en el Nou Camp poco les importó.

El América llegó soberbio, sobrado, confiado en que en el Estadio Azteca no habría espacio para el dolor. Ventaja de un par de anotaciones como visitante, que se diluyó apenas en un minuto, cuando Aquivaldo Mosquera entregó el primer gol del Morelia.

A partir de ese instante, los azulcrema perdieron toda fe en sí mismos, porque los michoacanos pudieron poner el marcador hasta 2-1 a su favor. Un gol los ponía en la siguiente fase, pero una atajada in extremis de Moisés Muñoz les negó toda esperanza.

Cuando llegó el minuto 93, la afición amarilla lo celebró con todo. Poco les importó el que su equipo dejara dudas defensivas, que apelara a una brillante actuación de su guardameta. Y es que siempre vieron a su equipo con errores y aciertos, pero con el corazón agitado y dispuesto a defender su portería para evitar una anotación que se hubiera clavado en las páginas negras de la historia águila.

En León, el Cruz Azul fue presa fácil, demasiado fácil, de una Fiera que con espíritu y fortaleza mental salió a devorarse la cancha.

Apenas unos minutos y los Esmeraldas ya estaban casi con los dos pies en la antesala de la final; dos tantos de Matías Britos encaminaron a la escuadra verde a un contundente 3-0 sobre los celestes, que llegaron a Guanajuato con la ventaja global.

En el partido de ayer quedó claro que el León, todo pundonor, enfrentó a su antítesis más triste que existe en el futbol mexicano.

Guillermo Vázquez puede estar tranquilo, pues su directiva nunca le exigió el título. Miguel Herrera, en cambio, tiene que estar preocupado, porque su equipo obtuvo un pase pidiendo la hora.

Las Águilas se encuentran donde les corresponde estar, pues en 180 minutos manejaron la serie.

Los Cementeros fueron el reflejo de los últimos 15 años: un equipo desalmado, cruel con su gente.

Ayer quedó claro que América avanzó con sufrimiento; Cruz Azul está fuera, como siempre, con el ridículo como estandarte.

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