TORREÓN.— “Una hamburguesa”, ese es el precio.

La apuesta la lanzó Ricardo Treviño hijo, a Ricardo Treviño padre. “Una hamburguesa, aunque se me vaya todo mi domingo, porque el Santos le va a ganar a tu Cruz Azul”, dice, convencido del poder de los Guerreros.

Y es que, el padre es cementero y el hijo, va con Santos... La historia inicia hace muchos años, cuando el futbol, aquí en Torreón, no figuraba en lo profesional, sólo en los juegos de la calle. Muy lejos estaba todavía la llegada del futbol del máximo circuito a la región.

“Antes aquí no había futbol, a mí no me tocó El Laguna, ni nada de esos, por eso le voy a Cruz Azul. Yo soy ciento por ciento azul”, dice el papá, ya cuarentón.

Desde que llegó el Santos aquí, un Santos que tomó la franquicia de Los Ángeles de Puebla, “pues ahí de vez en cuando, les echo una mirada, más por mi hijo, pero yo, definitivamente soy azul”.

Ricardito no comparte esa afición. “Yo soy Guerrero, al 100. Y el mejor jugador es Darwin [Quintero]. Este equipo es mi pasión”.

No sabe quién es Jared Borgetti, Gabriel Caballero o Héctor Adomaitis, quienes forjaron la historia que hoy presumen los laguneros. “No sabe, sólo de oídas los conoce, pero no sabe de ellos”, afirma el papá, deseoso de mostrar que él, por su parte, lo sabe todo de Cruz Azul.

—¿Y por qué no América o Guadalajara?

—Esos me caen gordos. Los del América son creídos y los de las Chivas no pintan.

—¿Y no le inculcó a Ricardito el amor a Cruz Azul?

—No, para nada”.

—Cómo no –interrumpe el menor—, sí me decías que le fuera, me insistías cada que tenías oportunidad para que cambiara de equipo”.

“Te decía, pero no te obligué, eso es diferente”, debate el padre.

El sueño de papá Ricardo es que Ricardito sea futbolista, “pero más que sea feliz. Lo malo es que aquí, ya no se puede estar. Hay mucha violencia, para qué la vamos a ocultar. Está muy crítico, no puedo dejarlo solo”.

Treviño padre se crió en el barrio, “jugando con las bicicletas, echando cáscara en la calle”. Hoy, Ricardito, no puede ni asomarse a la calle, “sin que estemos con él. Estamos muy mal. No puede ni ir a la tienda solo, así esté a media cuadra. Aquí en Torreón, hay policía, pero allá en Gómez, y en Lerdo, ni se aparecen, así no pueden salir a jugar”.

Por eso, estos momentos de compartir juntos se aprecian demasiado. Él, de azul; el pequeño. de verde.

Al final, ambos se van contentos, porque compatirán momentos de calidad y una hamburguesa que es la apuesta. El hijo está seguro que papá la pagará... En realidad, sólo se trata de disfrutar el futbol.

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