Cada detalle técnico, táctico, físico, atlético y anímico fue tratado quirúrgicamente. Perfeccionado en el agua y en la mente de Carlos Girón, que en Moscú 1980 llegó con la mejor preparación de su carrera. El clavadista mexicano y su entrenador Jorge Rueda no quisieron dejar nada al azar, pero en aquellos años de la Guerra Fría en los deportes de apreciación se inclinaron a favor de la poderosa Unión Soviética.

Es 23 de julio. Final del trampolín de 3 metros. Girón se coloca en la punta de las calificaciones al concluir los cinco saltos obligatorios de la primera ronda. El local Aleksander Portnov le sigue de cerca.

En la alberca olímpica el momento cumbre está por ocurrir.

“Me acuerdo que e n la penúltima ronda me alcanzó Portnov. La pelea ya sólo era de los dos al estar tan adelantados. El oro era para él o para mi. Y llegó el momento decisivo para él. Segundos antes se registró un récord en la alberca que causó un alarido que a Portnov no le importó puesto que se lanzó. Para su mala fortuna falló el clavado, pero los delegados de su país protestaron argumentando que un grito lo sacó de concentración. Con la presión del público, el clavado se repitió y lo ejecutó de buena forma para conseguir la medalla de oro”, recordó Girón vía telefónica desde su consultorio dental en Puerto Vallarta.

Plata para el mexicano Carlos Girón, que inició a bañarse en las aguas de Acapulco arrojándose del malecón por una moneda a la edad de 10 años. Una década y media después, las monedas que sustraía del Pacífico mexicano se convirtieron en una medalla.

A 36 años de distancia de la justa olímpica de Moscú, el mexicano sostiene que no sintió desilusión al atestiguar cómo el oro se transformó en plata, ya que él como atleta hizo todo lo posible para que se escuchara el himno nacional, pero una mala decisión de Javier Ostos Mora, delegado mexicano que no se atrevió a reprochar la decisión de los jueces, lo impidió.

“Aleksander Portnov aprovechó un momento importante en la historia de su país. No creo que haya sido injusto que ganara, pero tampoco justo. Fue una mala decisión, una poca conciliación política de Javier [Ostos]”, comentó Girón.

Sin embargo, el ex atleta mexicano no vive pensando en lo que hubiera pasado si el directivo mexicano levantaba la voz. Para Carlos subir al podio, sin importar el lugar, es una victoria que pocas personas pueden contar.

“Es muy difícil estar entre los tres primeros lugares de unos Juegos Olímpicos. Son muchos años en los que un atleta tiene que sacrificar ocho horas o más al día. Trabajo de lunes a domingo con descansos activos. Entonces no me pongo a pensar en que no saqué el primer lugar, para mí lo importante fue subir a un podio. Lo importante es estar arriba, hacer historia y que tu bandera salga en esos momentos. Aproximadamente seis minutos de gloria. Lo demás no me importa. A mí me tocó vivir eso y vibré con ese momento, al igual que vibro cada vez que me toca recordarlo porque solamente yo sé lo que pasó para conseguir esa medalla de plata. En la premiación recordé todo, incluso cuando yo fallé el clavado ocho años atrás y me quedé con un sabor amargo. Pero ese error técnico me ayudó a transformarme y subir con los mejores en Moscú 1980”.

A lo largo de la historia México ha conseguido 62 medallas en Juegos Olímpicos y una de ellas es de Carlos Girón, miembro de una clase privilegiada de mexicanos que sacrificaron momentos familiares y llevaron su cuerpo al límite para conseguir gloria y honor para el país.

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