Día especial para Raúl Jiménez. Finalmente se hizo oficial su transferencia al Atlético de Madrid. Y de americanista pasó a Colchonero.

Todo comenzó muy temprano en pleno Estadio Azteca, en la sesión física de las Águilas. Después de eso, se retiró; ya no participó en la práctica deportiva.

Por las redes sociales, Atlético primero, y después América, anunciaron el cierre del traspaso.

Jiménez tomó rumbo. Se dirigió a le embajada de España en México, para arreglar trámites migratorios. No acabó ahí. Volvió a donde todo inició hace 17 años, a Coapa, para firmar la copia del contrato, el cual se hará válido cuando pase los exámenes médicos en Madrid.

“Me voy triste. Hay sentimientos encontrados, con todo esto que ha pasado”, dijo Raúl Jiménez a la hora de despedirse del club América. “Les agradezco mucho todo su apoyo, al club y a tantos profes como Guillermo Huerta, Alfredo Tena, Carlos Reinoso, el mismo Miguel Herrera”.

Sobre las especificaciones económicas, ni el club ni su familia revelaron si el jugador debió ceder 10% del total de la venta, que sería alrededor de 1.5 millones de dólares. Al final, trascendió que recibirá sólo 350 mil dólares y que el América participará de 15% de una venta futura del atacante. “Perdemos a un gran jugador”, dijo José Romano, presidente operativo del club Televisa. “Queríamos que se quedara hasta diciembre. En las pasadas ofertas pusimos esa condición, pero el Atlético no cedió, es más, ya debería estar en España”.

El hueco dejado por el canterano deberá ser llenado por más gente de fuerzas básicas. “Pienso en Martín Zúñiga y Alejandro Díaz, para que ellos reciban la oportunidad que algún día Raúl recibió”, dijo por su parte Ricardo Peláez.

España ya lo espera. El director deportivo del Atlético, José Luis Pérez Caminero, habló sobre el mexicano: “Es un jugador que completará nuestra línea ofensiva. Destaca en el juego aéreo, protege a la perfección el balón y posee un disparo muy potente. Nos dará alternativas muy interesantes”, dijo.

Raúl se despidió de Coapa. El club le hizo una comida de despedida. En el aeropuerto, las lágrimas rodaron, su familia le dio el último abrazo abrazo y él juró: “Volveré”.

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