Van más de cien vueltas en el Eco Centro queretano, donde se dieron cita los amantes del automovilismo para presenciar la novena fecha de la Serie Nascar Toyota Temporada 2012. La grada que se encuentra a la salida de la segunda curva del ovalo, es la que menos gente tiene. De ahí, hacia la parrilla de salida y hasta la primera curva, se ve como se incrementa el volumen de personas de todas las edades y géneros, y en donde no cabe ni un alma. Todos atentos observan el transcurrir del evento deportivo. Algunos están de pie, la mayoría en las gradas centrales, aunque no falta quien desvía su mirada para encontrarse a alguna de las múltiples y bellas edecanes que les arrebatan un suspiro. Tampoco falta la esposa que le da un codazo a su marido para que regrese a la realidad. Hay quienes visten playeras y gorras como las de los pilotos, con todo y las diversas marcas patrocinadoras, aunque ellos no reciban los conocidos beneficios. Los niños también están presentes y aunque liberan uno que otro bostezo por lo largo de la carrera, después de que el carro insignia ha salido de la pista por algún contratiempo o golpe de los autos participantes, el estruendo de la aceleración de 32 automóviles los despierta. La tarde es fresca, nublada, sin el sol inclemente que normalmente quema la piel. Todo el ambiente es perfecto para pasar un domingo familiar. Durante el acceso, antes de iniciar la categoría estelar, un niño, con un carrito de juguete, simula en el aire su pista y con la boca reproduce, a su pequeña proporción, el sonido del motor. Su padre va adelante con prisa para alcanzar un buen lugar. Su madre lo apura y el pequeño le responde diciéndole que de grande quiere ser piloto. El comentario de su madre es directo: “antes que nada debes de estudiar, debes de ser una persona con una profesión, sino te morirás de hambre”. El niño guarda silencio y continúa su andar rumbo a las gradas detrás de sus padres. Guarda el mini auto en su bolsillo y piensa un poco. Su imaginación lo transporta a donde él quiere: la pista. La familia se instala en sus lugares. Apenas están presentando a los pilotos y mientras sus padres discuten sobre lo tarde que se les hizo, el pequeño sólo observa como todos los aficionados presentes aplauden a cada uno de los protagonistas de estas carreras. Las más importantes a nivel nacional. Después de escuchar el himno nacional y el protocolo inicial, todos ponen sus ojos en los autos que parecen de juguete, pero que en realidad alcanzan aceleraciones fuera de lo normal. Después del banderazo de salida, el niño ahora cuestiona a su papá: -¿Que necesito para ser piloto papi? “Aprender a manejar”, responde sin voltear a verlo. -¿Tú me vas a enseñar? “Claro hijo, yo te enseño”, dice sin perder de vista al auto de Homero Richards que va en la punta. El niño se pone feliz. Saca de nuevo su mini auto de su bolsillo y vuelve a ponerlo en su pista imaginaria y a hacer el ruido de su pequeño motor. Ni su mamá ni su papá lo escuchan por el estruendo unísono de los automóviles de la pista. La adrenalina por la velocidad se transmite de los pilotos a los asistentes, quienes se emocionan por las acciones o los accidentes que hay en el ovalo queretano. Por un momento el padre del niño desvió su mirada, y su esposa al percatarse lo sorprendió con un codazo en la costilla. “No te hagas, ya te vi a quien estás viendo”, le dice. Él no responde y regresa su mirada a los pilotos. Así transcurren las 157 vueltas. Richards perdió el liderato que mantuvo en la mayoría de la carrera. La bandera a cuadros la recibió un joven piloto de 19 años, su nombre es Daniel Suárez, quien salió en la pole position en esta novena fecha por hacer el mejor tiempo en la clasificación un día antes. Suárez recibe su segundo trofeo de la temporada en medio de la ovación del público y agradece a su equipo de trabajo, a quienes baña en champagne. Al momento de ser entrevistado Suárez indicó: “yo no vengo de una familia de pilotos y estoy muy contento con este resultado”. El niño con su mini auto en mano, al escuchar esto avivó su esperanza de correr autos de carrera. “Papá, quiero ser como él”, señalando al ganador.

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