Una tormenta sobre el Estadio Azteca acompañó al América en su naufragio. El Águila se hundió en su soberbia y a manos de un inteligente Toronto, que fue superior en las semifinales de la Liga de Campeones de la Concacaf.

Global de 2-4. La desventaja de 3-1 en la ida y las condiciones de la cancha por la lluvia que azotó la capital no favorecieron en nada al cuadro azulcrema.

No hubo remontada, mas sí la humillación de ser eliminados por un equipo de la Major League Soccer (MLS), a la cual, tacharon de ser una liga inferior.

Quien sí jugó con intensidad su papel fue la afición. Para bien y para mal, la nación águila se hizo notar. Entre cánticos y unísonos reclamos contra el árbitro uzbeko Ravshan Irmatov, los fans americanistas se mantuvieron atentos a cada jugada que les pudiera salvar el orgullo, luego de que el acérrimo Guadalajara concretara su pase a la final de la "Concachampions".

Sin embargo, las gradas no evitaron mostrar su frustración contra el guardameta rival Alexander Bono, quien en cada despeje de balón fue víctima del famoso grito de “¡Ehhh, pu…!”, a pesar de la presencia de una comitiva de FIFA para evaluar el Coloso.

Conforme el reloj avanzaba, la lluvia mermaba el esfuerzo de los jugadores a la hora de llegar al área rival. Bastaron 10 minutos para que las ilusiones de las Águilas se diluyeran en medio del aguacero. Jonathan Osorio, aprovechó un error y calló al Azteca.

El técnico Miguel Herrera se mostró impávido en su zona. Todavía a los 19’, un destello iluminó la fe americanista con el empate 1-1, pero el tanto fue anulado por un fuera de lugar de Guido Rodríguez. En la segunda parte, los de casa se hicieron de la posesión, para arremeter contra la cabaña de un intratable Bono. Incluso, Herrera apostó por una drástica modificación, la de Henry Martín y William da Silva, para darle entrada a Diego Lainez y Alejandro Díaz, quienes no se encontraron como revulsivos.

Lo más que hicieron los de Coapa fue un gol por la vía del penalti, que Mateus Uribe convirtió. No hubo más para Miguel Herrera y los suyos, que tragarse el orgullo por firmar su primer fracaso del año.

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