Lo levanta por los aires. Sus mejillas se encuentran. Y cuando lo tiene en su regazo, levanta la guardia en un instinto natural de una boxeadora. Ana María Torres, La Guerrera, disfruta de su maternidad. Hace poco más de cuatro meses que le llegó Cristóbal. Su primogénito. El mejor regalo que su laureada vida le ha ofrecido.

Esa mirada feroz de mil batallas ha cambiado por una de ternura. Los puños se han abierto para ofrecer caricias. La Guerrera se ha convertido en madre. Lo goza. No obstante, aún sueña con volver a los cuadriláteros. Con saborear un poco más de boxeo, que tantos momentos de gloria le ha dado. Sueña con volver a pelear.

“Son muchas boxeadoras las que han sido campeonas mundiales con una pausa en su carrera para tener a sus bebés. Creo que   tener a un hijo no te impide seguir adelante con tus retos, tus metas. Tienes un lapso determinado para disfrutar tu maternidad, lógico, así que debes disfrutarlo muchísimo para después retomar los retos y lo que tengas pendiente”, resalta Ana María en entrevista con EL UNIVERSAL.

Torres Ramírez, el orgullo de Nezahualcóyotl, campeona diamante y emérita del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), la que supo sortear 11 defensas  de su título supermosca, la auténtica Guerrera de mil y un batallas, confiesa que ser madre es su máximo reto. Uno mayor que sus 34 batallas profesionales.

“[Ser madre] es difícil, porque estás acostumbrada a hacer tus cosas en lo deportivo. Acostumbrada a que si quieres salir, sales. Si entrenas para una pelea te tomas todo el tiempo necesario que requiere una preparación.

“Cuando pasa una pelea, puedes trabajar o visitar a la familia. Pero ahora con el niño, todo es diferente. El niño necesita estar cuidado y al lado de su mamá, con atenciones. Si algo le duele, luego no sabes qué le duele... Sí, todo es muy diferente”, reconoce.

Cristóbal Mora Ramírez nació el 17 de diciembre pasado. El Guerrerito. Su principal característica es  ser un bebé tranquilo. Sólo llora un poco cuando quiere comer. Sus padres aseguran que ya muestra ganas de platicar. Ríe mucho. Uno de los primeros regalos que recibió fue una réplica a escala del cinturón verde y oro del CMB como el de su madre.  Sin embargo, a La Guerrera no le gustaría que siguiera su profesión.

“Es difícil que mi niño se quiera dedicar a esto, porque yo sentiría feo, pues es una disciplina muy dura y difícil. Él recibiría los golpes y a mí no me gustaría, porque yo sé lo que es recibir los golpes. Sí me agradaría que fuera deportista, pero en otra disciplina.

“Sé que, al final de cuentas, la sangre es la sangre. Además, a su papá le encanta el boxeo también. Así que puede que le encante. Si le gusta, habrá que apoyarlo al ciento por ciento. Es mejor así a que lo practicara a escondidas”, afirma.

Pese a que  convertirse en madre la ha alejado de los enlonados desde hace un año y un mes, a Ana María no le pesa. Al contrario. Se congratula por haber aceptado la afrenta más importante de su vida, la de ver por un hijo propio.

“Me encuentro en un momento muy bonito, mi niño está hermoso. Tengo un esposo que me apoya, somos una familia unida. De verdad que eso no lo cambio por nada. Mi bebé es mi máximo campeonato”, comenta Ana María, quien baja la guardia, abre los brazos y le aplica un holding a Cristóbal, éste no puede librarse, sonríe y abraza a su madre.

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