En las canchas de la Ciudad Deportiva, Hugo Sánchez vio los goles de chilena por primera vez. Su padre, Héctor, los ejecutó en varias ocasiones, en cascaritas llaneras.

“A mi padre fue al primero que le vi rematar de chilena en cascaritas que jugaba con mis hermanos y compadres de otros niños, que jugábamos en la Ciudad Deportiva. Yo he tenido tres o cuatro años y observaba que mi padre remataba de chilena”, recuerda el ídolo mexicano.

Un día, Hugo le preguntó a su padre: “¿Ese remate cómo se llama?”, porque lo había visto ejecutar varias veces. “Se llama chilena”, le respondió. “Un chileno fue el primero en practicarla, de ahí el nombre”, le explicó Héctor a su hijo.

Se trataba del español Ramón Unzaga, naturalizado chileno y quien selló un gol de esa naturaleza en el estadio El Morro, que hoy lleva su nombre, en Talcahuano, Chile, de ahí el bautizo de “chilena”.

“¿Te gusta?”, le preguntó a su padre. “Sí, me gusta hacerlo”. Y en homenaje a su padre, el pequeño Hugo se obsesionó en practicar la espectacular chilena.

“Lo que hice fue ponerme a trabajar una y dos y 10 y 100 y mil y 2 mil y 3 mil veces practicar el remate de la chilena, porque quise homenajear a mi padre. Quería que ese remate fuera un símbolo en mi carrera como futbolista”, descubre El Pentapichichi.

“Hoy, pasados 25 años, valieron la pena tantas repeticiones, tantos entrenamientos que desarrollé con base en ir perfeccionando no solamente ese remate, sino también rematando con todas las partes del cuerpo”.

En esa dinámica, un día decidió crear el Escorpión, remate que intentaba conectar con los talones, arrojando el cuerpo hacia adelante: “Lo patenté con ese nombre y lo practiqué durante mucho tiempo, pero lamentablemente no tuve oportunidad de meterlo en un partido oficial”, añade Hugol.

“Pero la chilena fue un remate en el cual me distinguía y desde niño, desde ese entonces, recordé que mi padre me dijo, en su momento, presumiendo mi padre de su hijo, que yo iba a ser el mejor jugador de todos los tiempos de México y no paré hasta conseguirlo”, agrega satisfecho.

“El mejor gol que metí en México de chilena se lo metí al Atlante, en el Estadio Azteca. Esa vez hice tres goles y uno fue de chilena, cuando ganamos 3-2. Pero éste [el que le hizo al Logroñés] resultó mucho más espectacular y más alto en cuanto a la altura del remate”, considera.

En la calle, la gente aún se acuerda de sus espectaculares goles. “Me da gusto que donde vaya, la gente me saluda, me agradece, me pide autógrafos y hacerme fotos con ellos. ‘No sabes cómo me gustaban tus tijeretas’, me dicen, porque así conocen a las chilenas en España, lo que en su momento bautizaron como Huguinas. ‘No hemos visto que hagan las tijeretas como tú y es fantástico’. Decir que han pasado 25 años, me parece asombroso y más cuando la gente recuerda mis goles, como ahora”.

La mente continúa ahí, concentrada en la Huguina en Logroñés. “¡Hugo, Hugo!”, “¡Torero, torero”, escucha aún, porque jamás, en el Bernabéu, se habían sacado tantos pañueños blancos, como aquel día.

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