Aún se estremece al recordar su guerra ante el japonés Takashi Miura. La sorpresa que se llevó al sentir cómo su cuerpo se desplomaba sobre la lona en el primer round. Su ímpetu por regresar al combate. La vista que dramáticamente se le disminuía por una doble cortada alrededor del ojo derecho. Y, finalmente, la combinación de golpes precisos con los que finiquitó a su estoico rival en el noveno asalto.

La noche en que Francisco ‘Bandido’ Vargas logró el triunfo de su vida para conquistar el título absoluto, el superpluma del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).

“Sabía que iba a ser una pelea fuerte y dura. Así fue. Miura parecía un roble, era el campeón y me quería noquear. Pero yo también buscaba mandarlo a la lona. Estaba haciendo mi pelea en un combate que resultó muy emocionante para el público y los aficionados. Esa noche en la arena se escuchaba el alarido de la gente que me gritaba y se emocionaba... Arriba del ring, Miura y yo lo dábamos todo. Era una guerra en donde cada uno quería ganar”, relata ‘Bandido’ en su visita a la redacción de EL UNIVERSAL.

Esa noche del 21 de noviembre, sobre el ring del Mandalay Bay de Las Vegas, el desenlace estuvo cerca de ser diferente. La cortada en el pómulo y el párpado del boxeador capitalino sangraban a borbotones y el réferi Tony Weeks se acercó al final del octavo round para revisar la herida y poco faltó para que detuviera la pelea. Aceptó un round más.

Ahí fue cuando le advirtieron a Francisco que tenía que acabar con Miura o le pararían el combate.

“En el noveno round salgo con todo, lo conecto y lo noqueo. Fue una manera de ganar el título muy espectacular. La gente me gritaba y se emocionaba. Esto ya es un recuerdo gratificante para mí”, dice.

Francisco tiene 30 años, 15 dedicados al boxeo. Hasta antes de su triunfo sobre un japonés que presumía de doblegar a cuatro mexicanos en fila, pocos sabían de él.

Es el mayor de cuatro hermanos. Siempre fue inquieto. En la escuela era común que llamaran a su mamá, pues era un niño peleonero.

Un tío fue quien lo llevó al gimnasio Jordán para que canalizara su energía en un deporte de contacto y de ahí nunca más salió.

“Cuando lo tomé más en serio fue cuando estaba viendo por la televisión las pruebas de boxeo de los Juegos Olímpicos de Sidney 2000. Me entró la ilusión de poder estar un día ahí. Creo que ese sentimiento fue lo que más me motivó para destacar en el boxeo y también conseguir estar en unos Juegos Olímpicos”, recuerda el capitalino.

En su hombro izquierdo tiene tatuados los anillos olímpicos. Vargas se los hizo como un recuerdo de que cumplió su sueño de estar en unos Juegos cuando clasificó a Beijing 2008. Asistir a la máxima justa le causó una tremenda alegría que no volvió a sentir hasta hace un par de semanas, cuando alcanzó el fajín de campeón mundial.

“El título representa mucho tiempo de trabajo. Hay que poner mucha disciplina para aspirar a ser campeón. Desde que empecé en el boxeo, a los 15 años, me ha costado alcanzar el título de campeón. Es muy largo el proceso. Uno empieza como peleador amateur, luego entré al Comité Olímpico y finalmente di el paso profesional. Lleva su tiempo, pero al final de cuentas la perseverancia tiene su recompensa. En los personal, veo que valió la pena tanto esfuerzo y tiempo invertido”.

El cetro del CMB que ostenta llegó a tenerlo Julio César Chávez. Pero también lo poseyeron Juan Manuel Márquez, Erik Morales y hasta Marco Antonio Barrera. Este pasado a Francisco lo compromete a mantenerse como monarca. Un campeonato que consiguió en lo que considera fue “la pelea más importante de mi vida hasta ahora”.

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