Boxeador nació, el sacrificio de calzar los guantes desde pequeño lo acompañó. Hoy, instalado en la cima del pugilismo mundial, Juan Manuel Márquez obedece el régimen que lo tiene a los 40 años de edad como el máximo referente de los encordados mexicanos en la actualidad.

En medio de la oscuridad y durante su estiramiento Márquez es claro, “mi principal motivación para seguir en el boxeo soy yo, mi familia, mi equipo y por supuesto saber que soy ejemplo para muchos otros”, declara con una voz tenue provocada por la temperatura de dos grados centígrados.

Los primeros rayos del sol tiñen el cielo carmesí. El crujido que provoca la fricción de la suela de las zapatillas con la terracería rasga el silencio que impera en el Nevado de Toluca. El verdugo de Manny Pacquiao inicia la religiosa preparación del día con día. Más de 12 kilómetros a trote con la única intención de salir con el puño arriba el próximo 12 de octubre. Sólo que ahora el sonido de zapatilla y piedra se multiplica. No es el eco que provoca el volcán, sino 18 pares de piernas que secundan el andar del supercampéon de la Organización Mundial de Boxeo.

Aficionados del capitalino que mediante una promoción se encuentran con él. Un acto recíproco, pues mediante los seguidores tienen la oportunidad de conocer al boxeador, Juan Manuel se alimenta y motiva del arropo que le dan.

“Para mí es importante tener contacto con la gente, siempre he dicho que nos debemos a ellos”, sostiene Márquez apenas termina su rutina y rodeado de gente que le pide posar para una fotografía, olvidando el frío y cansancio que sentían.

En el calendario aún restan más de cuatro meses para su cita con Timothy Bradley, pero para Márquez no hay tiempo que esperar. Se mide con el campeón, cada segundo es una oportunidad de ser mejor, por eso advierte al estadounidense que se prepare lo mejor posible, ya que saldrá en la velada con todo su corazón para “poner la cereza de su último pastel”.

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