ABU DHABI, EAU.— En cuanto llegó el silbatazo final, los niños mexicanos enfundieron en un abrazo para después mostrar su sonrisa más soñadora, ésa que los tiene ahora en la final de la Copa del Mundo Sub-17.

Chamacos insolentes, hambrientos de alcanzar el tricampeonato de la categoría para México. Esas virtudes les sirvieron a los tricolores para golear con un inclemente 3-0 al verdugo de siempre del futbol mexicano, Argentina, e instalarse en una final que huele a revancha contra Nigeria.

La potencia que se ha vuelto México en selecciones menores va por una nueva conquista mundial, que supondría su confirmación el próximo viernes.

Los jóvenes verdes soportaron patadas, empujones, marrullerías y hasta la mala leche de sus pares albicelestes. También se sobrepusieron a un penalti en contra que pudo decantar el trámite del juego, pero que las oportunas manos de Raúl Gudiño detuvieron para alimentar la esperanza mexicana.

Esa atajada conseguida al minuto tres, más con mérito del portero que con suerte, despertó a los tricolores para destrozar a los argentinos con anotaciones, pese a recibir incontables y duras patadas.

Corría el minuto cinco e Iván Ochoa fue el chavo que empujó una pelota a las redes rivales tras una jugada que demostró el trabajo a balón parado que tienen los dirigidos por Raúl Gutiérrez.

Ahí cambió la historia del partido. Ese gol del volante del Pachuca desató la euforia y los mejores momentos de México. El torbellino del ataque verde apareció para azotar a unos desconcertados argentinos que jamás encontraron soluciones a su frustración.

Dos, tres, cuatro... Hasta 14 toques seguidos, mientras los sudamericanos corrían tras la pelota con el rostro desencajado. La diversión era de los mexicanos: tenían el balón y lo manejaban a placer.

De a poco le bajaron la revolución al encuentro. El temple y la sobriedad tricolor dominó el ímpetu de Argentina, que se diluyó.

Pero había que castigar, poner el segundo golpe. La final estaba en el alambre y México quería acceder a ésta, por lo que volvió a pegarle a su rival. Fue un tremendo mazazo del que los muchachos de Humberto Grondona ya no se pudieron levantar. Un nocaut que dejó en claro que el mini-Tri sería el equipo que disputara el título del mundo.

Ochoa, otra vez a balón parado y con recentro, apareció para poner el 2-0 al minuto 21.

“Iván ha sido siempre un jugador muy constante, maduro pese a la edad que tiene y eso se ha reflejado en todos los partidos que ha jugado”, dijo el Potro Gutiérrez.

La impotencia albiceleste se recrudeció a su máxima expresión cuando Joaquín Ibáñez fue expulsado por una dura entrada sobre Omar Govea, al 31’.

Hubo un tercer tanto mexicano de Marco Granados en el segundo tiempo (86’). Fue el sello para humillar a Argentina al poner una goleada en el marcador.

El tiempo se agotó en el partido. El minuto 90 llegó y el silbatazo final sonó en Emiratos Árabes Unidos como un himno al triunfo del mini-Tri.

Así, los niños mexicanos vuelven a soñar con el título Sub-17. El viernes van por vengar el 6-1 que les propinó Nigeria en el primer duelo de la justa.

“Sin duda va a ser un partido muy difícil... nosotros tenemos esa ilusión desde que llegamos aquí, de jugar una final y también de ganar este torneo”, agregó Gutiérrez.

De cobrarse esa afrenta, México gritará el triunfo convertido en tricampeón del mundo infantil.

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