”¡Es don Nacho, es don Nacho!”, gritaba la gente sorprendida cuando veía pasar por las instalaciones de la Plaza Galerías al entrenador más ganador del balompié nacional.

“Al futbol mexicano le hace falta usted”, asegura un aficionado, pero Ignacio Trelles le responde: “No me queda mucho rato por acá”.

Acompañado por su hija, llega hasta el lugar en que se encuentran estampadas sus manos, y con ayuda de la multitud se levanta de la silla de ruedas. Con la delicadeza que requiere un estratega, don Nacho se recarga en la placa que lo inmortaliza y sonríe para las cámaras que buscan captar el momento.

“Que se siente para las entrevistas”, propone un guardia de seguridad, pero la hija reclama, airada: “Sí aguanta mi papá”. Ignacio Trelles decide quedarse de pie. “El futbol no tiene palabra de honor, pronto llegará el campeonato”, asegura Trelles cuando es cuestionado por la situación de su amado Cruz Azul.

Acerca de la Selección, responde: “No lo conozco [a Juan Carlos Osorio]”, pero eso no le importa a ninguno de los que se han dado cita.

Postrado en su silla, Trelles firma un par de libros y se retrata con todos y cada uno de los aficionados. “Su esfuezo ha trascendido por generaciones desde 1916, don Nacho, es un privilegio dirigirnos a usted, saber que contaremos con usted durante mucho tiempo”, comenta uno de los encargados de la plaza.

“El próximo julio los esperamos para festejar 100 años”, agrega su hija, mientras Nacho atiende a los últimos fans. Luego deciden partir para que el hombre que forjó tantas historias de futbol pueda descansar, pues no debe ser fácil tener 99 años y aún volver loca a la afición.

Google News