Su condición de más reciente ídolo americanista, no impide a Cuauhtémoc Blanco externar una opinión sobre el polémico dueño del rival más acérrimo de las Águilas.

El genio intenta ser cauto al compartir lo que piensa de Jorge Vergara, propietario del Guadalajara, aunque es obvio que sus formas no le agradan, sin olvidar que jamás pagó la apuesta de bajar al campo del estadio Jalisco y saludarlo, tras una victoria azulcrema en el Clásico de clásicos.

“Habla, habla y luego sus desplegados... Es su forma de ser, respetable, pero... Conmigo apostó y no me pagó, pero así es y ya pasó, se me olvidó”, menciona El Temo, quien también se caracteriza por tener la sangre a punto de ebullición.

Similitud en la que marca límites. Pese a no conocer todos los detalles del incidente que el empresario tapatío protagonizó con un seguidor de las Chivas, hace unas semanas en el estadio Omnilife, considera que no fue adecuado increparlo.

Intenta buscar una respuesta en el criticado presente del Rebaño Sagrado, nuevamente cimbrado gracias a la ruptura con la leyenda holandesa Johan Cruyff.

“Él [Vergara] está mal, porque —a final de cuentas— es un aficionado y quiere ver ganar a su equipo”, sentencia, con tono serio. “No tienes por qué molestarte; al contrario, te está exigiendo que juegue bien tu equipo o, a lo mejor, que contrates buenos jugadores o nuevos o con experiencia, porque me acuerdo que antes, Chivas hacía grandes contrataciones, jugadores mexicanos con un gran talento”.

Blanco no hace menos a los hombres que integran el plantel actualmente dirigido por el holandés John van’t Schip. También respeta la rígida tradición de sólo nutrirse con el talento mexicano, pero recuerda que el Guadalajara solía buscar a lo más preciado del mercado nacional, modus operandi que fue olvidado durante varios años de la actual administración rojiblanca.

“Chivas tiene muy buenos jugadores y jóvenes, pero también debe invertir en [más] futbolistas mexicanos”, demanda el ídolo.

Otra postura que, tal vez, se contrapone a la filosofía del directivo, ese hombre al que respeta, aunque eso no quiere decir que comparta muchas de sus ideas.

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