KINGSTON.— En la Concacaf, el Tri es visto como un enemigo al que hay que prepararle un infierno para que sufra desde que llega hasta que se va y sienta el peso de la localía. Jamaica, en contraste con ese entorno, luce como el paraíso.

No es un lugar conocido, tampoco es ameno, pero deja a los seleccionados nacionales en paz. La llegada a Kingston de la Selección lució tranquila, sin aspavientos, mucho menos con las típicas amenazas de acudir a su hotel para alguna “serenata” o alguna forma de acoso. La tierra del reggae sigue su vida normal y está lejos de emular a países como Honduras o El Salvador.

Los mecánicos trabajan, alguno que otro vagabundo camina, los jóvenes regresan de la escuela a sus casas y unos más juegan basquetbol, futbol o el deporte que prefieren. Las motocicletas van y vienen, los autobuses deteriorados, con sobrecupo, recorren su ruta. México y el equipo nacional son simples anécdotas en estos días en la isla caribeña.

Apenas un motociclista le abre camino al autboús de los mexicanos y ya en su lugar de descanso, nadie estuvo para gritar algún improperio. Calma y tranquilidad en la isla, nadie se inmutó por la presencia del Gigante de la Concacaf o la del otrora “secuestrado” por el Mallorca, Giovani dos Santos. Todo en santa calma.

Tampoco José Manuel de la Torre, tecnico nacional, o Luis Fernando Tena, su auxiliar y campeón olímpico, levantaron algún tipo de pasión o gesto de odio. Eran extraños y hasta anónimos en el país que pretenden conquistar.

Al principio se muestra el mar Caribe enorme, con alguno que otro barco que avisa que la isla también funge como puerto. Poco a poco, la pobreza aparece en casas de lámina y sus techos, que amenazan con caerse. Niños en harapos son llevados de la mano.

Un cerdo enorme irrumpe en la visión al estar comiendo en una de las banquetas. Ese camino ascendente que recorrió el autobús de la Selección desemboca en la zona denominada Nuevo Kingston. Ahí están los mejores hoteles, la mayor seguridad y está aderezada con la presencia del Emancipation Park, que luce monumentos que señalan la independencia de Jamaica.

Y así hasta llegar a su hotel de concentración. En Jamaica no hay hostilidad ni odio hacia México, todo es tranquilidad, hasta la hora del silbatazo inicial que anuncie que los Reggae Boyz se juegan sus ilusiones mundialistas ante el ignorado y casi desconocido Tri.

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