Torero de mil batallas. Figura taurina que se erigiera con base a tardes antológicas rubricadas desde la “Plaza que da y quita”. Manolo Mejía, el diestro de Tacuba. Un maestro que ayer decidió cortarse la coletilla con su última oreja.

Mejía realizó su último paseíllo en la séptima corrida de la presente Temporada Grande. Ante Alicoche, un ejemplar del hierro de Marco Garfias, trazó sus últimos pases, las últimas inspiraciones. Manolo regaló chicuelinas, reboleras y naturales. Mató en segundo intento mientras se escuchaban las últimas estrofas de Las Golondrinas. Tendidos nevados, aplausos cálidos y agradecimiento absoluto.

Los recuerdos acompañaron a Mejía en su última vuelta al ruedo con su último apéndice en una mano y una paloma blanca en la otra. Ahí se presentó como novillero hace 31 años; ahí se confirmó dos temporadas después; ahí le cortó el rabo a Desvelado y ahí también indultó a Zalamero, ya entrado los años noventa.

Todavía cedió los trastos en la confirmación de la alternativa al madrileño David Mora para salir después por la puerta grande, directo al recuerdo eterno de los taurinos.

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