SAO PAULO.— Creían que el juego era un mero trámite en donde ganar sería cosa de anotar tres goles, algo “sencillito y carismático”. Que La Pulga podía hacerla. Qué sorpresa se han llevado los hinchas argentinos. Sufrieron hasta el final, hasta los tiempos extra. “Sin duda, Messi no es Maradona, le falta”, era el argumento de la hinchada sudamericana.

El partido fue apretado al grado que llegaron los tiempos extra y de último minuto, una genialidad del delantero argentino Lionel Messi con pase de primera a Ángel di María (al minuto 118), adelantó cartones por la mínima diferencia y dio el triunfo a Argentina. El genio no pudo con el marcaje de los guardias suizos, que todo el partido lo opacaron.

Al final, cuando el gol llegó, la hinchada argentina lloró de emoción y estalló en júbilo, como si hubieran vuelto a conseguir otro campeonato del mundo que tanto ansían, porque del último hace 28 años, fue en el Mundial de México 1986 y aunque lo presumen en sus cánticos, aceptan la pena de que ha pasado mucho tiempo.

Desde la mañana, el estadio fue rodeado por miles de argentinos que llegaron a acampar desde hace unos días a esta ciudad, en una caravana interminable de autos, camionetas y motocicletas, cuyo campamento ha sido establecido en el sambódromo de esta ciudad. Al final se han quedado afuera de la Arena Corinthians.

Son mucho más de los 61 mil que caben dentro del también llamado estadio Itaquerao, por ubicarse en este barrio lleno de favelas al oeste de la ciudad. La hinchada argentina tuvo acceso a 15 mil, el resto fue en su mayoría para los brasileños, porque ni la afición de Suiza tuvo boletos suficientes y también buscaban desesperados comprar entradas.

Alrededor del Arena Corinthians se montó un dispositivo de seguridad que cercó el perímetro, con muros metálicos y filtros que servían de aduanas, por ahí, como si se tratara del Muro de Berlín o la frontera de México con Estados Unidos, los osados “sin papeles” eran expulsados.

La reventa fue despiadada. Un boleto era vendido en mil 500 dólares y una vez iniciado el juego bajó hasta los 800, sin embargo, fueron insuficientes para los asistentes que se quedaron fuera.

La guerra de cantos entre la torcida brasileña y los hinchas argentinos crece. Un letrero a la salida del Itaquerao aviva la contienda: “Si Argentina es nuestro papá, Pelé es el Dios del futbol al que todos los argentinos le rezan”. Hoy, los brasileños se burlan de los argentinos, tras el sufrimiento que les causó Suiza.

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