Sergio Ramírez recibió en España el premio Cervantes de Literatura luciendo un crespón negro en la solapa, gesto con el que quiso recordar a los 27 muertos en los disturbios de Nicaragua de estos días.

El escritor rompió el protocolo de la ceremonia y abrió su discurso dedicando el premio “a la memoria de los nicaragüenses que han sido asesinados por reclamar justicia y democracia, y a los miles de jóvenes que siguen luchando en las calles para que Nicaragua vuelva a ser república”.

Más allá de las menciones a la violencia y una distante revisión de su paso por el gobierno de Ortega como vicepresidente entre 1985 y 1990, Ramírez dedicó el grueso de su discurso a la labor de Cervantes y Rubén Darío como renovadores de la lengua española.

Ramírez recordó que leyó El Quijote de la mano de su madre, que era profesora de Literatura, y que aquello marcó su destino. Sobre Rubén Darío dijo que “es el fundador del país”, felicitándose porque en Nicaragua ese honor se le pueda atribuir a un poeta y no a un general: “Él fue quien nos dio la esencia a través de las letras”.

El escritor quiso tender puentes entre los dos autores, planteando que el mismo efecto perturbador que tuvo la llegada en 1605 al puerto panameño de Portobelo de un puñado de ejemplares de El Quijote lo ejerció en 1888 la aparición en España del poemario Azul de Rubén Darío, responsable de modernizar el viejo castellano. “Tres siglos después de Cervantes, él devolvió a la península una lengua que entonces resultó extraña porque venía nutrida de desafíos y atrevimientos, una lengua que era una mezcla de voces revueltas a la lumbre del Caribe, de donde yo también vengo, porque Centroamérica es el Caribe”, dijo.

Tras sus años de formación en ese poder de la lengua para construir mundos, el autor recordó que, igual que Cervantes, tomó cierta distancia de la literatura para dedicarse a otras tareas, en su caso la política: “Tuve otras cosas de las que ocuparme, dejé la pluma y las comedias”. Y que fue sólo el alejamiento del poder lo que le permitió culminar su vocación de escritor.

Los discursos (el de Ramírez, el del rey Felipe VI y el del ministro de Cultura español, Iñigo Méndez de Vigo) recordaron al recientemente fallecido Sergio Pitol, premio Cervantes de 2005 (“Mandamos un homenaje desde aquí a él, a su familia y a su México querido”, dijo el rey) y, sobre todo el magisterio que otro mexicano, Carlos Fuentes, ejerció sobre Ramírez.

Por la tarde, el nicaragüense comenzó en Madrid la tradicional lectura ininterrumpida El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, que se celebra cada año para conmemorar el Día Internacional del Libro. (Con información de EFE)

Google News

TEMAS RELACIONADOS