Llegaron al poder porque durante años, existió cópula (puente o vínculo) en la cúpula de la añeja y falsa aristocracia local; es decir, dentro de la sociología tribal. Son escasas familias encaramadas en los altos puestos de la grilla pueblerina, las que se turnan los puestos más codiciados para el saqueo y propicios e inmediatos para engrosar sus haberes: Fraccionamientos, ranchos, naves industriales, enormes edificios y suntuosos centros comerciales. Ahora como de costumbre, pretenden dejar en la silla principal y en los 18 feudos, a incondicionales; no para gobernar, sino como cómplices para cubrirles las espaldas. Confiados en que la población vota, pero no elige, su horizonte se ve oscuro, indefinido y lo observan temerosos. Trataron de cubrir lo inocultable, empero; los resultados en seguridad, transporte, pobreza extrema y falta de oportunidades y con el abandono de sus elementales obligaciones constitucionales, se dedicaron a crear falsas imágenes públicas y construyeron componendas nefastas con grupúsculos de actividades ilícitas. Seres humanos, al fin.

La etapa final de sus cargos, se caracterizan por su soberbia, pues pretenden hacer por el pueblo, lo que debieron de realizar antaño. Se creyeron eternos, todopoderosos, infalibles e imprescindibles; empero, la realidad con el correr de los días se está encargando de recordarles que son simplemente seres humanos y, por lo tanto, ocasionales. De espíritu endeble, superficial y supino se cuelgan de alguna iglesia para pretender purificar su alma y olvidan que quizá ante quienes se hincan, esos Príncipes de la Iglesia son sujetos sin escrúpulos, moral y ética. “Su falta de robustez moral háceles (sic) ceder a la más leve presión, sufrir todas las influencias, altas y bajas, grandes y pequeñas, transitoriamente arrastrados a la altura por el más leve céfiro o revolcados por la ola menuda de un arroyuelo”, como lo escribió José Ingenieros en “El hombre mediocre”.

Sus viajes por el mundo se los deben al dinero ajeno, pues no son producto de su cultura, inteligencia y esfuerzos propios; es decir, su ritmo y rumbo de vida son resultado de malos comportamientos y fechorías fuera del alcance del resto de los mortales. Sin embargo, han creído en mentiras propias o ajenas, que, con afanes de beneficios económicos, les prodigan sus vasallos. Ahora, ante el fin inminente de su poderío, su espejo refleja la exacta medida de su ética y moral. Arrastran consciente o inconscientemente a los suyos; el pan de su mesa es amargo, fruto de su negativo actuar y han torcido las vidas de los más cercanos de sus consanguíneos a quienes quizá también han enriquecido con bienes materiales, no con acciones positivas y legales, o con ejemplar actuar ante los más necesitados. Respecto de sus obras, algunas buenas, necesarias y eficientes: “Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos (gobiernos), y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol” (Eclesiastés 2:11). Por lo tanto, se dedicaron a la política como pretexto para llegar al poder, que debilita, enferma, pudre y mata, por esto, algunos políticos lucran con los desencuentros. Cuando la gente los votó, ponen doble llave a la puerta de casa y despacho, se esconden detrás de varias secretarias y son rodeados de guardaespaldas, cambian el automóvil, la casa y a veces de mujer, entonces ya no necesitan a la gente, a la que dejan de escuchar, lo que aumenta el caos y la pobreza día a día. Sí, ellos ya se van; otros vendrán y quiénes serán: ¿Los mejores? ¡No!, pues los mejores nunca compiten.

Especialista en Derecho del Trabajo y Seguridad Social,  Certificado por el Notariado de la Unión Europea.

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