A nivel internacional, se consideran como energías limpias y renovables a las energías hidráulica, geotérmica, solar, eólica, mareomotriz, el hidrógeno y los biocombustibles. Sin embargo, a principios de febrero de este año, la Comisión Europea (CE) propuso que la energía nuclear y el gas se consideraran también como “verdes”, a pesar de los desechos radiactivos de la primera y de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) del segundo.

Pues bien, el Parlamento Europeo aprobó la propuesta de la CE. La propuesta de considerar a la energía nuclear como “verde” fue empujada, lógicamente, por países que generan una parte sustancial de su electricidad a partir de dicha energía. Francia, Eslovaquia, Ucrania, Hungría, Suecia, Bélgica, Suiza, Eslovenia, Bulgaria, República Checa y Finlandia, que generan más de la tercera parte de su electricidad a partir de sus centrales nucleares. El argumento central fueron las bajas emisiones de CO2. Mientras que Alemania empujó a que el gas fuera considerado como fuente necesaria para la transición hacia un sistema basado en las renovables, a pesar de las emisiones de CO2.

Lo anterior muestra la extrema flexibilidad con la que Europa define una “taxonomía” en cuanto a energías limpias y sucias. Primero están los intereses concretos de cada país y luego la preocupación por el cambio climático global, el aumento en la temperatura media del planeta o la disminución de gases de efecto invernadero.

Ya habíamos tenido una muestra de esta flexibilidad y del privilegio de los intereses nacionales por encima de la salud del planeta, en la COP 26 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, celebrada en Glasgow, en octubre del año pasado).

En esa reunión, los principales productores de carbón en el mundo (Estados Unidos, China, India y Australia) se negaron a reducir el uso del carbón. Y también vimos como las tres principales casas automotrices del mundo (Toyota, de Japón; Volkswagen, de Alemania; y el grupo franco-japonés Renault-Nissan-Mitsubishi) se negaron a firmar un acuerdo para poner fin a los automóviles de combustión interna en 2040. Algo a lo que también se negaron los mercados automovilísticos de Estados Unidos, China, Alemania y Japón.

Hoy en día, en Europa, todos los días se habla de petróleo, de gas y de carbón. Ya hasta parece que se les olvidaron las energías solar y eólica, que tanto pontificaban los seudo ambientalistas mexicanos, que gritaban al escándalo por la construcción de una refinería y por el uso de gas y combustóleo para generar energía eléctrica. Hoy están como muertos, desaparecidos. Lo que demuestra su hipocresía y su falsa pose “ambientalista”.

Académico de la UAQ. anbapu05@yahoo.com.mx

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