Hace algunos años un spot publicitario marcó una frase en nuestra mente. La escena era simple: un niño, harto de la comida que había en su casa, decía sin más “¡Y esto es de tooodos los días!”. Desde entonces una frase que ya era conocida se convirtió en el estandarte del hartazgo, la insatisfacción y la infelicidad que provoca saber que algo seguirá siendo igual.

Durante los últimos años los mexicanos nos hemos mal acostumbrado a convivir con nuestro hartazgo en relación con la justicia. La impunidad es tan común que las excepciones son los casos en los que llegamos a enterarnos que a alguna persona sí se le impartió justicia correctamente. Esta impunidad se nota aún más en los casos que ocurren todos los días: en la justicia cotidiana.

Todos sabemos del caso de un arrendador que lleva años intentando recuperar su casa en un juicio interminable; de madres o niños a los que no les pagan pensiones alimenticias; de divorcios que no acaban bien para los hijos o de actas de nacimiento que a veces parecen más difíciles de obtener que volver a nacer. Estos problemas tienen en común ser parte de los que se resuelven mediante procesos de orden civil y familiar.

Nuestro país tiene cerca de un siglo con un sistema procesal que privilegia la formalidad y los trámites por encima de lo fundamental: resolver los problemas. Litigios de índole civil y familiar a veces se ganan o se pierden en cosas tan absurdas como los días en los cuales se notifica o emplaza a las partes. Es absurdo e indignante que el esfuerzo de toda una vida o derechos fundamentales se pierdan por cosas que en la realidad son insignificantes.

Por ello, es urgente construir un nuevo sistema procesal para México: un sistema único, ágil, expedito, que aproveche las nuevas tecnologías para acercar a la gente a la justicia y que tarde sólo lo suficiente para que se puedan resolver las controversias. Este nuevo sistema debe estar presente en un Código Nacional de Procedimientos Civiles y Familiares, que además es ya un mandato pendiente para el Congreso de la Unión.

Con este nuevo sistema podremos redefinir la relación que tenemos los mexicanos con la justicia ahí en donde comienzan los problemas. La insatisfacción y el hartazgo que provocan la falta de resolución adecuada de conflictos se traducen en una sociedad más violenta, menos unida y en donde parecemos mirarnos como enemigos y no como familiares, vecinos o amigos.

La tarea es urgente y por eso desde la Comisión de Justicia ya hemos puesto manos a la obra: esta semana instalamos el Grupo de Trabajo que elaborará diversas reformas en materia de justicia cotidiana. Con los trabajos de este grupo involucraremos a toda la sociedad en la construcción del nuevo sistema de reglas procesales que garantizarán que todas y todos los mexicanos tengan verdaderamente acceso a la justicia.

Esta es una oportunidad histórica: tenemos en nuestras manos la posibilidad 
de generar una nueva forma de resolver los problemas, y de hacer que la correcta impartición de la justicia por fin sea algo… de todos los días.

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