Hasta el día de hoy, el debate público sobre el regreso a clases se ha centrado en la opinión de los adultos, sin tomar en cuenta el punto de vista de los menores de edad. Pero, ¿alguien conoce lo que piensan infantes y adolescentes? Los resultados obtenidos en la Consulta #CaminitodelaEscuela, aplicada del 5 al 25 de julio, entre más de 37 mil menores de todo el país, por la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM), señalan que 7 de cada 10 niños y niñas quieren regresar a la escuela. Por el contrario, 7 de cada 10 padres y madres no quieren que sus hijos vuelvan a clases.

En este momento, una legión de niñas, niños y adolescentes claman por retornar a la escuela. Mientras que padres y madres se oponen señalando que es peligroso. La preocupación es válida, toda vez que estos grupos de edad aún no han sido vacunados y la variante delta es mucho más contagiosa, según lo confirman estudios científicos presentados.

Sin embargo, como afirma la Ombudsperson capitalina, Nashieli Ramírez Hernández, “La discusión es cómo regresamos a clases presenciales. No si regresamos o no”. Lograr el retorno a las aulas implica que las autoridades federales, estatales y municipales actúen de manera conjunta, con el propósito de generar las condiciones de infraestructura y aplicación de protocolos de salud para que infantes y adolescentes recuperen su espacio de enseñanza-aprendizaje y socialización. Pero, no solo eso, exige también la colaboración solidaria de los diversos sectores que se conjugan en este proceso: padres y madres de familia, docentes y trabajadores administrativos.

La urgencia de abrir las escuelas es inminente. Niños y niñas son los más afectados con la decisión de mantenerlas cerradas. Estamos frente a una catástrofe generacional, además del impacto psicosocial del que será difícil sobreponernos si no se revierte pronto esta situación.

Es urgente atender la voz de niños, niñas y adolescentes. En un breve sondeo realizado por las periodistas Daniela Rea y Daniela Pastrana de “Pie de página”, para escuchar lo que pensaban sobre el regreso a la escuela, destacan dos cuestiones: el deseo de volver a ver a sus amigos y su preocupación por no exponer a su familia al contagio. Lo extraordinario es que niños y niñas, entre 7 y 11 años de edad, tienen conciencia del riesgo que significa regresar a la escuela. Por lo que expresaron su compromiso y responsabilidad de cuidarse a sí mismos y, así evitar contagiar a sus seres queridos.

Es innegable que la obligación de crear las condiciones para volver a la escuela recae en autoridades y sectores vinculados al cuidado de infancias y adolescencias. Y, por supuesto, la decisión de padres y madres de familia de enviar a los infantes y adolescentes es libre y voluntaria. Pero, antes de decidir, valdría la pena escuchar las voces de sus hijas e hijos. Y, no desestimar que desde hace meses escuelas privadas tienen abiertas sus puertas donde reciben a niños y niñas. No tendría por qué ser diferente en el caso de las escuelas públicas.

Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

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