Ánimos crispados, descalificaciones en redes sociales por opinar distinto, guerra sucia promovida por grupos contratados por encargo, violencia política exacerbada, fake news en todo su esplendor. Incluso, medios de comunicación internacionales dictando línea “electoral” para favorecer a ciertos grupos. Estamos a escasos días de que se lleven a cabo las elecciones más importantes en la historia de nuestro país, no solo por los más de 21 mil cargos públicos en disputa, sino porque por primera vez se trata de un ejercicio plebiscitario para decidir por la continuidad de un proyecto político y económico iniciado con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en 2018, o para volver a las dinámicas que prevalecieron en el pasado.

Aunque pareciera una verdad de Perogrullo, todos sabemos que cuando empujas, notas la resistencia del otro. Frente a una situación que rompe privilegios de unos, aparecen reacciones en contra. Y, en este terreno siempre hay alguien que no quiere que las cosas cambien y preferiría que volvieran a ser como antes. La parte que perdió sus prebendas con este gobierno tiene una voz mediática muy fuerte. Pero, al final, no termina de configurar un proyecto de nación, su respuesta se reduce a descalificar las acciones del ejecutivo federal.

Estos grupos intentan encontrar un lenguaje que los conecte con las clases desfavorecidas para influir en su decisión al momento de votar. Sin embargo, el resultado es discordante y se convierte en un ruido en el que solo se distinguen expresiones clasistas y racistas, en las que se reitera el enorme desprecio hacia la población que consideran inculta políticamente, sometida al clientelismo y desentendida de la democracia.

Hoy, cuando nos preguntamos para qué votar, muchas personas consideran que no sirve de nada, toda vez que las cosas siguen igual. Ante esta respuesta apunto lo siguiente. Ejercer el voto constituye solo el punto de partida de la participación política. Implica el primer paso para poner en práctica la agencia ciudadana que se traduce en múltiples acciones.

Comenzaré diciendo que cada voto cuenta, pero no solo eso, también muestra una tendencia y expresa una opinión. Es fundamental elegir a nuestros representantes para evitar que políticos corruptos sean elegidos nuevamente. Cuando se escoge a un candidato se opta por un proyecto político, social y económico y si este no cuenta con él, esto podría acarrear situaciones de aumento de desempleo, malas políticas económicas, disminución de los ingresos en las familias, aumento de los precios en alimentos y servicios. Se trata del ejercicio de un derecho político, pero también de impedir que ningún poder fáctico trate al ciudadano como un menor de edad.

Más allá de suponer que nuestra participación queda reducida a votar el próximo 6 de junio y, luego irnos a casa por otros tres años, tenemos ante nosotros la posibilidad de actuar políticamente desde un parámetro diferente. Pese a que nuestros derechos históricamente han sido lastimados, estamos frente a la oportunidad de decidir el rumbo de nuestra nación. Votar, vale la pena. 
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

Google News