Apenas me di cuenta y el mes de enero se ha terminado a una velocidad que no atino a definir sino como una rareza.  Ocurre que la prisa ha quedado a un lado y muy a pesar de la urgencia del deseo de movernos, seguir y salir adelante, el tiempo transcurre entre denso y veloz. No es bueno comenzar a acostumbrarse a las cifras de las muertes sin dimensionar la proporción del dolor que viven tantas y tantas familias. Nos debatimos entre los cuidados preventivos, la oportunidad de la vacuna, la importancia de mantener vivos los empleos, los establecimientos, las empresas, y finalmente comprender que de una u otra manera vemos muy limitada esa libertad de poder actuar en consecuencia.

Los niños han perdido ya un año de su infancia. La inocencia no les permite entender el drama de la realidad y les resultan inexplicable las enormes limitaciones que les cortaron de tajo la convivencia con familiares, amigos y compañeros de escuela de su edad. Somos irremediablemente seres sociables, y para ellos hay que encontrar acciones e ideas que les permitan recuperar al menos un poco de la convivencia, juegos y aprendizaje que realizaban en la escuela de manera presencial. He escuchado y leído, así como observado en la práctica, de varias propuestas en las que los niños pueden practicar juegos y deportes en áreas abiertas y en número muy reducido con medidas de cuidado. Maestras psicólogas, han propuesto modelos de convivencia escolar para el aprendizaje en condiciones similares a las que me refiero en los juegos. Ojalá y esa creatividad pueda prosperar y encontrar eco y posibilidades para reducir el impacto del estrés y ansiedad en los niños y en sus padres.

Los jóvenes enfrentan un reto diferente. La adolescencia implica considerar que el confinamiento tiene un mayor impacto en las emociones y para lograr mantener la calma y serenidad debe ser más difícil. Sin embargo, se dice que el apoyarles a tener una clara noción del tiempo, agendar actividades en el uso de dispositivos electrónicos y otros espacios, a establecer una mayor comunicación con los padres para hacer frente a las emociones encontradas, así como establecer nuevos esquemas de contacto y comunicación con los amigos, que ayude a que se proteja más del riesgo de contagio personal y a familiares.

Las personas adultas, debemos enfrentar otros temas en el cuidado familiar y el equilibrio en la convivencia, así como uno de los más importantes en la actualidad, que es el del trabajo para el sustento. Cuando se ha perdido el empleo o la empresa ya no logra generar los recursos necesarios, los problemas son otros y requieren llegar a romper  esquemas tradicionales y cambiar radicalmente las perspectivas para encontrar soluciones para enfrentar lo cotidiano y que no falte lo estrictamente indispensable.

Muchos adultos mayores no han querido salir de sus casas y ese encierro ha tenido consecuencias en el ánimo para hacer frente a todo lo que significa ser mayor y vulnerable ante las circunstancias. Sólo el deseo de vivir fortalece a su vez la acción de cuidarse para evitar contagiarse y asumir con ello el riesgo de entrar en la dura y terrible estadística de la pérdida de vidas.

A prácticamente todos los que vivimos en concentraciones urbanas, hemos perdido libertad, y hoy más que nunca no debemos acostumbrados a ello. Aún en el confinamiento, hay que mantener la visión de recuperar condiciones favorables para volver a  la libertad que nos brinda el vivir mejor al encontrar y propiciar consensos, ideas, apoyos y comprender que la polarización y el desencuentro en tiempos de pandemia, puede causar daños también irreparables  en el mundo y en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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