Renacer es el acto de volver a tomar vida cuando esta se ha perdido, o de recuperar la vigencia o importancia que se ha tenido en otro tiempo si hablamos de trascendía artística o incluso histórica; para esta colaboración quincenal es ésta última acepción la que quiero aprovechar de forma meticulosa.

Hace no más de 600 años, no muchos si consideramos la antigüedad de algunas culturas, la región central del valle de México era una región próspera, con una organización que sin entrar en detalles, privilegiaba el trabajo duro y diferenciaba mediante un práctico sistema social llamado calpulli a los nobles, sacerdotes, militares, comerciantes, comunes o esclavos y siervos. Pero más allá de solo esta clasificación y diferenciación social práctica, en las escuelas Tepochcalli y calmecac se inculcaba un respeto hacia la persona y sobre todo al rol que cada miembro jugaba en la sociedad, es decir, se procuraba inculcar el sentido de responsabilidad social, interpreto yo.

En recientes días tuve la fortuna de ser invitado para integrar el jurado del Premio Nacional de Contraloria Social en su etapa estatal, certamen que busca resaltar y premiar aquellos comités integrados por representantes ciudadanos y de comunidades que velan por el seguimiento y revisión de la ejecución y buenas prácticas respecto de proyectos de obra pública y social que impactan directa o indirectamente en comunidades de regiones recónditas en municipios a lo largo y ancho de nuestro territorio nacional.

Los ejemplos son vastos, la evidencia abundante, la socialización de los resultados tristemente olvidada por noticias más llamativas o más “relevantes” en el universo de notas que los medios tendemos a maximizar o a resaltar.

En esta experiencia resalto que aquello remarcable no es solo la integración de los comités o el premio nacional de contraloría social en sí; la verdadera riqueza radica en lo que no puede describirse en algunas líneas quincenales; el amor por México, el cariño por las comunidades, el compromiso por lo más simple pero sumamente valioso, la responsabilidad social de nuestros connacionanales. En estos días de reflexión y festejo patrios mi cariño por nuestro querido y vapuleado país se resume en todo aquello que muchos buscamos, el renacimiento de nuestro país, en todo eso que en cualquier esquina, en cualquier ring (no solo en el del Canelo), en la nota publicada por Sarmiento o en lo que grita en sus más de veinte títulos Francisco Martín Moreno o en aquello que con constancia ha publicado Krause durante décadas —con quien comparto la suerte de ser ingeniero—.

Nuestra definición de renacimiento va más allá de sólo contar con el idealismo romántico de la democracia consumada que traiga al mejor gobernante que nuestro país pueda concebir; por el contrario busca enumerar una serie de condiciones, hitos, acontecimientos y sobre todo cambios de actitud social que impulse el renacimiento de nuestros país, que buscan reencontrar a ese México que nos merecemos desde hace varias décadas, pretende reconstruir esa nación que hemos buscado en cada merolico cuya dialéctica traiga mucho más que esperanzas y buenas intenciones; busca la reconversión del país que millones de mexicanos estamos esperando desde hace muchos sexenios, busca el cambio desde arriba hacia abajo y desde abajo hacia arriba.

En mi trajinar por la función pública jamás había experimentado un momento en el que había gritado ¡Viva México! con tanto sentido y con tanto compromiso por hacer que se traduzca en ese renacimiento de la historia presente y futura que todos nos merecemos, en ese México por el que todos debemos contribuir para reubicarlo en el lugar que históricamente le pertenece.

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