Finalmente, llegó el pasado domingo el día de la elección, que no pone punto final al proceso electoral, pero es la fecha más importante y esperada. Me parece obligado hacer un balance y una reflexión de cara al futuro. Lo primero que se me viene a la mente es que desde el lunes tenemos otro país. Así creo hay que entenderlo y aceptarlo, con altura de miras y pensando y deseando que sea lo mejor para México.

Aunque aún falta mucho para conocer los resultados finales, por lo que se refiere a la elección de quien será Presidente de México los próximos seis años, el resultado no deja lugar a ninguna duda, la gente votó abrumadoramente por Andrés Manuel López Obrador. Las encuestas no se equivocaron.

Aunque falta un buen trecho para que concluyan todas las etapas del proceso electoral, el Instituto Nacional Electoral superó una prueba muy difícil. Nunca en un mismo día habían concurrido tantas y tan complejas elecciones locales y federales.

La otra muy buena noticia ha sido la actitud de los tres principales candidatos. El discurso de Andrés Manuel López Obrador, ganador de la elección, ha sido esperanzador y tranquilizador; enhorabuena por él y por nuestro país. También merecen reconocimiento José Antonio Meade y Ricardo Anaya.

Sería deseable que, una vez pasada la elección, López Obrador dejara de ser el candidato de un partido o una coalición y actuara como lo que está llamado a ser: el Presidente de todos los mexicanos. Lo que sigue es poner el foco en la enorme cantidad de pendientes que tenemos por delante. Cómo garantizar la seguridad y parar la violencia; cómo abatir los índices de corrupción e impunidad; qué hacer para disminuir la pobreza y la desigualdad. De la actitud que asuman el Presidente Electo y quienes fueron sus contrincantes, dependerá que se pueda construir un ambiente propicio para resolver los retos.

Quedó demostrado una vez más que nuestra democracia, con todos sus problemas y defectos, sigue siendo el sistema que los mexicanos queremos para construir gobiernos, acotarlos, exigirles cuentas y reemplazarlos cuando defraudan las expectativas. Ahí donde éstos quedaron a deber, la gente votó por la alternancia, usó el poder de su voto para inconformarse por los resultados pobres, la corrupción la ineficacia o indolencia. En suma, el mensaje de las urnas es muy claro: los ciudadanos quieren más democracia y mejores gobiernos. Quien tenga oídos, que los escuche. Quien no, seguramente lo pagará en las próximas elecciones.

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