Ayer se cumplieron 25 años de la inauguración del Museo de Arte de Querétaro. Llegar a ese día fue la culminación de una larga cadena en la que la unión de cada eslabón fue como el logro de pequeñas iniciativas y grandes proezas. Para lograrlo, tuvo que haber convicciones de concretar un anhelo que parecía imposible.

El proyecto puede servir de ejemplo de cómo las voluntades se pueden imponer sobre las adversidades y las resistencias y de cómo la falta de recursos no impide la materialización de proyectos que parecen inaccesibles.

Esta es una crónica de aquellos días. Los anteriores a la mañana en la que el presidente de la República fue testigo del digno destino que se le dio a uno de los patios más hermosos e interesantes del mundo.

En el transcurso del siglo XX diversas dependencias federales ocuparon sus espacios y con ello se inició su paulatino deterioro debido a las sobrecargas de los archivos burocráticos que pesaron sobre su estructura.

Luego de la salida de la última oficina (que fue la de Correos), durante una reunión entre autoridades federales y estatales en febrero de 1987, el gobierno de Mariano Palacios Alcocer solicitó al Presidente Miguel De la Madrid la cesión del edificio para restaurarlo y convertirlo en un espacio cultural.

El argumento sobre la necesaria descentralización, uno de los pilares de la administración encabezada por De la Madrid, no dejó margen al titubeo. Concedida la petición, el ejecutivo estatal asignó la responsabilidad a la Secretaría de Cultura y Bienestar Social y un equipo de trabajo puso manos a la obra. El reto era mayúsculo: el diagnóstico señalaba como estado ruinoso el conjunto del inmueble y si se pensaba en un museo no se disponía de una sola obra pictórica para ocuparlo.

Al mismo tiempo que se hacía la restauración se inició la planeación de los contenidos. La decisión de habilitar los espacios como Museo de Arte implicaba una empresa nada sencilla. Las gestiones para obtener colecciones en préstamo enfrentaron dificultades.

No faltaron las férreas oposiciones para que una parte de la museografía estuviera resuelta con obra de arte virreinal, en gran medida rescatada por Don Germán Patiño, exhibida en el Museo Regional.

El discurso museográfico se complementaría con el préstamo en comodato de una importante colección de arte mexicano contemporáneo que fue facilitada por el INBA, una sala con parte de la obra del gran grabador queretano Abelardo Ávila y una sala dedicada a la exposición de arte popular mexicano. Ese era el concepto original y al paso de este cuarto de siglo algo en algo ha variado el contenido de los espacios.

La mañana del 22 de septiembre la colección permanente ya lucía con sus cédulas y debidamente iluminada: como suele suceder, por una puerta saldrían los detallistas (carpinteros, rotuladores, operarios, etc.) y por la otra entrarían presidente de la República, gobernador e invitados especiales.

El director del INAH, Dr. Enrique Flores Cano, hizo una mueca de desagrado cuando se percató que en las cédulas particulares no aparecía el crédito del Instituto. Su cara cambió cuando leyó en la placa de presentación el reconocimiento a él y a la institución. Y entre reclamo y exclamación dijo: “¡Ay licenciado, se salió usted con la suya! No me quejo más porque quedó hermoso el Museo”.

Estaba calculado el recorrido del presidente De la Madrid e invitados sólo por la parte alta, pero el presidente hizo una indicación a su jefe del Estado Mayor y se continuó la visita a todas las salas.

Empezaba a escribirse la historia de un edificio restaurado y puesto a disposición de los queretanos y del patrimonio cultural de México y el mundo.

Finalmente, es justo reconocer las aportaciones de Manuel Herrera Castañeda, de Margarita Magdaleno Rojas, quien intervino en el cuidado de la consolidación estructural del inmueble y fue su primera directora y de quienes han presidido la Asociación de Amigos: Roberto Ruiz Rubio, Gerardo Vega González y Manuel Suárez Muñoz. Toca ahora a Lupina Mercado de Calzada dar continuidad a esa importante labor.

Los gobiernos posteriores a la etapa de su fundación han sido sensibles y han colaborado en la preservación de este espacio que a todos nos enorgullece. Proyectos como éste, que son perdurables porque la sociedad y las autoridades se han comprometido a fortalecerlos, nos hacen abrigar esperanzas de que la Nación y su cultura son más sólidas que las coyunturas y las circunstancias difíciles que vivimos hoy en día.

Es oportunidad para comentar que antes que termine éste año se inaugurará el Salón Permanente de la plástica contemporánea en Querétaro para dar paso al Museo del mismo carácter, con parte de la colección inicial, proyecto al que ha sido sensible el gobernador Calzada y que se entregará antes del término de su gestión.

Editor y escritor

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