El nerviosismo y la división se empiezan a ver en el partido oficialista. El evento que tuvo lugar el pasado domingo en la ciudad de Toluca, Estado de México, es signo evidente de una eventual ruptura en la 4T. Ya pasó con Monreal y Muñoz Ledo, habrá que ver con quién más.

El evento estuvo lleno de indirectas y pedradas a mano escondida. Está claro que hay más de uno que quiere y anhela la “silla grande” y, por lo visto, están dispuestos a ir con todo. La descomposición la ha impulsado su propio líder nacional, quien desde la comodidad de Palacio Nacional “pone a jugar sus corcholatas”, como él dice. Lo importante no es tener el mejor perfil, ni mucho menos la mejor preparación, sino llenar las expectativas del gran elector, aquel que ejerce el tan criticado dedazo. Así lo ha dejado claro en la mañanera cuando afirmó que él era “el destapador”.

El evento dejó al descubierto dos aspectos: primero, que el partido en el poder no está tan unido como lo afirma, pues es evidente que hay confrontación, división y encono por la carrera presidencial. Sino, ¿para qué hacer un evento de “unidad”?

Pero por otro lado y mucho más lamentable, está el claro intervencionismo que tendrá el gobierno federal en las elecciones locales del Estado de México y Coahuila; pues aprovechando la efervescencia del 2024, mandan a sus principales figuras a la arena pública, mayoría de ellos  funcionarios públicos de la federación y de la Ciudad de México.

Todo ello supuestamente para demostrar “musculo político”; ¿no que el gobierno no debe intervenir en las elecciones?

Pero más allá de las incongruencias que tanto les caracteriza, lo que realmente demuestran con ese evento, es su nerviosismo. Nerviosismo porque se han dado cuenta que no la tienen ganada, que no la tienen fácil.

Las elecciones del pasado 5 de junio probaron que la alianza Va por México es competitiva, que genera un frente amplio de oposición y que, en las próximas elecciones, puede ser un digno contrincante e, incluso, conseguir la victoria.

Algunos han querido minimizar los triunfos conseguidos en Aguascalientes y Durango, así como querer ver como una derrota “monumental” los resultados en las demás entidades. Sin embargo, no perdamos de vista que, de no haber sido por la alianza, los resultados obtenidos en lo individual hubieran sido más adversos. Es claro que la única manera de competir con efectividad en las próximas elecciones es unidas y unidos.

La ansiedad por el triunfo no nos debe distraer, al contrario, debe enfocarnos hacia lo importante: crear una propuesta electoral efectiva, con verdadera visión de triunfo y de cambio; una propuesta real que devuelva la esperanza a la gente que, hace casi seis años, fue engañada por una transformación inexistente, una transformación que lo único que tiene de cambio, es el rol de “corcholatas”.

Es tiempo de definir la estrategia y emprender el rumbo. Es momento de ir fincando las bases de la próxima contienda y subirse al carril de la competencia, porque, nos guste o no, hay muchos que ya empezaron y que, fuera de la ley y bajo el amparo del poder, han comenzado ya la carrera presidencial.

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