Es cierto que la política no puede ser reducida al terreno electoral, tiene que ser un trabajo permanente que debe de ser asumido por todos los partidos políticos y por la sociedad en cualquier momento. El futuro de México no cabe en una elección, por muy trascendente que esta sea. En democracia, las elecciones son un medio, un instrumento, nunca un fin. La obligación de construir un México mejor no es cosa de un día, es de todos los días, está en lo que hacemos cotidianamente, en nuestra convivencia cívica individual y colectiva. La democracia, incluso la nuestra que aún no termina de consolidarse, es mucho más que una elección.

No se trata de minimizar un proceso electoral en curso que reviste una enorme importancia para nuestro país. Todo lo contrario, a una semana de haber iniciado las campañas electorales, da gusto constatar que los candidatos no han tenido obstáculo alguno para desplegar, dentro de las reglas electorales, todas sus estrategias, acciones, mensajes y propuestas, incluso acusaciones y demandas, en la búsqueda de convencer al electorado. Uno de los hechos más gratificantes, consecuencia de la revolución de las tecnologías de la comunicación y la información que estamos viviendo, es que tenemos una sociedad cada vez más crítica de los proyectos políticos y las propuestas planteadas por los candidatos en tiempos electorales.

La ciudadanía tiene, ahora, mayores canales de comunicación para tomar su decisión —y para influir democráticamente en la decisión de otros—, sobre quienes habrán de ser sus gobernantes y representantes. Hoy esta situación nos parece algo natural. Hace apenas algunos años, tener tal diversidad de propuestas políticas y que pudieran expresarse y competir en condiciones de equidad era excepcional, ahora es parte de nuestra normalidad democrática.

Me parece fundamental que siga aumentando la exigencia ciudadana. Parece un cliché, pero es indispensable para la salud de la democracia que los ciudadanos no quiten el dedo del renglón y sigan demandando de los candidatos claridad y viabilidad en sus propuestas y transparencia en todo lo que tiene que ver con su trayectoria y su modo de vida. Se nos presenta pues, una gran oportunidad de consolidar nuestra joven democracia.

Bajo esta nueva perspectiva, basta echar una mirada a lo acontecido en la primera semana de las campañas, para comprobar que existe una más activa participación ciudadana enfocada a seguir a los partidos y a sus candidatos, a analizar trayectorias, cuestionar pronunciamientos y exigirles tomar posición sobre los temas más escabrosos. Es una ciudadanía que seguramente estará muy pendiente de los debates que ya están a la vuelta de la esquina. Por eso, independientemente de cuál sea el resultado de la elección, ni si de éste se desprende o no una nueva alternancia, lo que estamos viviendo es parte esencial en cualquier régimen que se precie de ser democrático, y eso nos debe de llenar de orgullo.

No hay duda de que una ciudadanía más y mejor informada, colocará la vara muy alta a partidos y candidatos. Ahora los eventos y mensajes sin contenido, los excesos de marketing electoral del que se sirven por igual todos los candidatos, ya no serán suficientes para convencer a un electorado que demanda claridad y que tiene conciencia de que la clase política le ha quedado a deber. ¡Qué bueno que aumente la exigencia ciudadana! Hago votos para que partidos y candidatos estén a la altura y hagan lo que les corresponde en aras de satisfacer dicha exigencia. De ser así, independientemente de quien resulte ganador, nuestra democracia y nuestro país saldrán fortalecidos y podremos vislumbrar un futuro mejor para nosotros y nuestros hijos.

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