Vivía con una mujer y los dos hijos de esta en un departamento de la unidad Tepalcapa, en Cuautitlán Izcalli. De pronto, los vecinos dejaron de ver a la mujer y a los niños, de 8 y 14 años. Dado que David “N” solía ser violento conla familia, se creyó que ella finalmente lo había abandonado.

Al poco tiempo, David llevó al departamento a nueva pareja, una mujer de 36 años llamada Susana.

A fines de 2018, la familia de Susana reportó su desaparición.

Se giró una orden de cateo en el departamento de Tepalcapa. La verdad salió a la luz. David “N” había asesinado a la madre y a los dos menores. Según la información proporcionada por él mismo a la policía, salió a comprar unostambos, cortó los cuerpos y los metió en ellos.

Como no cabían, separó las cabezas, los brazos y las manos, los introdujo en bolsas de basura y los fue a tirar a un pozo cercano.

Luego cubrió todo con cemento y cal.

Cuando su nueva pareja, Susana, descubrió los cuerpos, la asesinó para que no hablara. Siguió viviendo en el departamento, con los muertos, hasta el día en que la policía lo capturó.

En febrero de 2017, Christian Omar Jacinto Casio asesinó de diez tiros a su pareja en San Bernardino, California. La policía no logró encontrarlo: en realidad, había regresado a la ciudad de México para vivir en casa de su madre. Poco después consiguió empleo en el gimnasio en el que conoció a su segunda víctima, una trabajadora sexual llamada Rebeca.

En noviembre de ese año, Christian Omar la estranguló.

Se volvió a perder su rastro hasta que apareció en Nezahualcóyotl, estado de México. Ahí conoció a Azucena Ríos Hurtado, a quien apuñaló con unas tijeras en 2018 en la colonia El Sol.

La madre de la víctima lo vio huir del lugar del crimen en una motocicleta. La fiscalía estatal ofreció una recompensa de hasta 300 mil pesos por su localización. La familia de Azucena se acercó más tarde a la activista Frida Guerrera, en busca de ayuda. El equipo de esta comenzó a rastrear a Christian Omar Jacinto Casio e hizo pública una carta, desgarradora, escrita por la madre de Azucena.

La carta tuvo un efecto inesperado. Una expareja del feminicida se acercó a Frida y le señaló su posible ubicación: el puerto de Mazatlán.

Cuando lo aprehendieron, el feminicida acababa de ahorcar a nueva víctima, Marissa. La hallaron colgada, rodeada de una corona de moscas. “En su teléfono estaba todo”, relata Frida Guerrera: “fotos de sus víctimas vivas y fotos de sus víctimas muertas”.

Hace unas semanas lo condenaron a 55 años.

La periodista Denise Maerker dio a conocer la historia de Fanny, agente de la fiscalía de homicidios que, infiltrándose como pasajera de un taxi, logró la captura de un feminicida serial que operaba en la zona de Tlalpan.

Fanny investigaba el asesinato de una mujer de 39 años, que el taxista Arturo “N” había ido a tirar en San Andrés Totoltepec. De acuerdo con la fiscalía de feminicidios, Arturo “N” está vinculado con el asesinato de tres mujeres desaparecidas en mayo de 2016, enero de 2018 y abril de 2019.

Sus víctimas tenían entre 35 y 43 años. Todas eran robustas. Todas fueron desmembradas.

Cae la noche en el Periférico: la fiscalía de la ciudad de México recibe al menos 26 denuncias por violación. Los ataques ocurren “en un corredor paralelo al Periférico”, en el tramo que se extiende entre las delegaciones Miguel Hidalgo y Magdalena Contreras.

Por restos de cabello y fluidos localizados en las víctimas, se sabe que al menos 13 de esos ataques fueron cometidos por la misma persona. Los medios lo bautizan de inmediato como “El violador del Periférico”.

“Se acerca con el pretexto de preguntar por algún lugar. Lo que hace es sacar una navaja o cuchillo, acercársela entre el abdomen y las costillas, abrazarlas y llevarlas a un lugar en donde no haya gente. Un jardín, un prado. Ahí es donde comete los delitos”, explicó la coordinadora de Investigación de Delitos de Género y Atención a víctimas de la Fiscalía.

Algunos videos obtenidos en cámaras de vigilancia lo muestran conduciendo a sus víctimas hacia la oscuridad, esa oscuridad en que, según estas estampas —y los 940 feminicidios ocurridos en México el año pasado—, hoy viven las mujeres.

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