El Presidente de la República no acata las recomendaciones del Consejo de Salubridad General. Un Consejo modificado, sin reformar el Reglamento, toma medidas para contener la furia del Covid-19, llaman a la población entera a tomar medidas extraordinarias para evitar la propagación de la pandemia en México. A los empresarios les exigen den su mayor esfuerzo, cerrar negocios si no son esenciales —inconsistencias legales que pueden generar conflictos laborales— y dejar que continúen trabajando aquellas que son esenciales. Dos acuerdos emitidos y publicados al cierre del mes que terminó, ordenan fundamentalmente las obligaciones que “voluntariamente” se tienen que acatar, con la reiterada prioridad de respetar los derechos humanos. Insisten en quedarse en casa, no salir, resguardarse para no enfermar o convertirse en foco de contaminación. Guardar la “sana distancia” entre aquellos que realicen “actividades esenciales”. A pesar de las recomendaciones, Andrés Manuel López, y su equipo, insisten en no cumplir las recomendaciones. El Presidente de la República no deja la mediatización de sus políticas clientelares, sigue convocando a “conferencias mañaneras”, en las que literalmente se apilan los reporteros para formular preguntas; nadie guarda la sana distancia. Le sobra energía para perder el tiempo en inútiles conferencias, mas prefiere dejar la responsabilidad de todas las acciones sanitarias en manos de los expertos; él va de frente a sus recorridos por cualquier estado, lugares en los que también genera concentración de personas, quienes tampoco acatan las recomendaciones del Consejo de Salubridad.

No pierde oportunidad en alardear sobre su estado de salud; a su llegada a Oaxaca, con un medidor de temperatura arrojó —algo anormal— su temperatura debajo de lo normal y, “tómala”, expresó en señal de triunfo, sin que adoptara medida alguna de seguridad sanitaria. El Presidente olvida que muchos son asintomáticos y aún así contaminan, son portadores del virus. Además, nadie puede asegurar que el termómetro usado funcione bien, incluso que el instrumento de medición haya sido arreglado como parte de su campaña mediatizadora para infundir confianza, mientras el mandatario es un promotor de la infección. Tampoco su numeroso equipo que lo acompaña adopta medidas sanitarias, al menos no se ve ni lo informan. Andrés Manuel, realiza todo lo contrario a las recomendaciones del Consejo. Él insiste y abusivamente reitera la promoción de sus programas sociales; exige que nadie quede exento de pagar impuestos —solo los cautivos—, para eso requiere el dinero, no importa que cierren empresas, negocios grandes, medianos o pequeños, todos deben pagar; las personas físicas incluidas. ¡No habrá exenciones!

Más bien hay amenazas por incumplimiento a las imposiciones fiscales. López Obrador se queda sin dinero ante el derroche, no solo por sus programas sociales, también por sus obras faraónicas en tiempos de escasez económicas, en gran medida derivado de sus arbitrarias decisiones en el ámbito económico y financiero, lo advirtió su exsecretario de Hacienda, Carlos Urzúa: “No hay guardadito”. Para colmo el precio del petróleo por debajo del precio de extracción y, en mal momento le explota en el rostro un pozo petrolero, debido al manejo de manos inexpertas. Más dinero tirado a la basura. No cabe duda que López Obrador, sigue mandado “al diablo a las instituciones”, a pesar de ser el primero en poner el buen ejemplo ¡Pone a todos en peligro!

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