La carta de renuncia de Germán Martínez a la Dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) tendría que haber puesto el dedo en la llaga sobre la crítica situación que atraviesa esta institución, que brinda cerca de 500 mil consultas cada día (es decir, más de 182 millones de consultas al año) a través de sus delegaciones.

Trabajadores sin certeza laboral, vacantes que no se cubren, rezago “brutal” en infraestructura, contratos y convenios rezagados, compras de equipamiento paradas y precario abasto de medicamentos, son algunas de las problemáticas que señala Martínez.

Todos esos factores, bien lo sabemos los que hemos acudido a una consulta o nos hemos atendido en el IMSS, repercuten en baja calidad del servicio, saturación del servicio de consulta, pacientes a los que por días no se les puede proporcionar una cama, intermitencia en la proveeduría de medicinas, por mencionar algunas.

Como si faltara algo en la tormenta perfecta por la que atraviesa el IMSS —hay que reconocer— desde hace ya varias administraciones federales, ahora se suma la política de austeridad extrema impuesta por la Secretaría de Hacienda, que, en lugar de mejorar la situación, en realidad viene a complicarla aún más.

Siguiendo la misma línea y con el mismo discurso con el que ha impulsado otras decisiones, López Obrador responde con su consabido “yo tengo otros datos” y afirma que no comparte las críticas que hace el panista sobre el panorama financiero y operativo del Instituto.

Incluso hasta con un dejo de soberbia, al ser cuestionado sobre la renuncia, el Presidente afirmó que “hay muy buenos servidores públicos en el equipo y vamos a sustituirlo”.

Aun cuando la renuncia de Martínez sea irrelevante para el gobierno de AMLO, lo cierto es que la crisis por la que atraviesa del IMSS no lo es y afecta a una población de por sí vulnerable: la que padece alguna enfermedad, la que sufre un accidente.

Pero esto empeora. En esta semana también se dio a conocer que, con base en el oficio DGCES-DES357-2019,  los pasantes de servicio social de medicina y enfermería que están destacados en las zonas rurales verán recortadas sus becas a la mitad, como parte de una “política de austeridad” implementada por la Secretaría de Salud a nivel Federal.

De nueva cuenta vemos que, con el argumento del combate a la corrupción, la austeridad está llegando a las áreas más delicadas de la sociedad: primero fue la educación con la incertidumbre en la que se encuentran actualmente las universidades públicas, con la nueva reforma educativa; la ciencia y la tecnología; la cultura y el arte; y ahora, muy preocupante, la salud.

En este momento tengo que coincidir con Martínez, quien señala “Ahorrar y controlar en exceso el gasto en salud es inhumano”.

¿Soy solo yo o apretarle el cinturón a una institución ya de por sí muy castigada, como es el IMSS, y retirar el apoyo a los jóvenes que, en muchas ocasiones, son la única opción de salud en las comunidades rurales, son estrategias que van en contra de cualquier política de Bienestar que pueda ser esgrimida por los funcionarios actuales? #NadaMásPregunto.

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