Hay en las ciudades monumentos icónicos que llegan a trascenderlas y que se convierten de uno u otro modo en un patrimonio universal para disfrute de cualquier espectador.

Basada en otro bien patrimonial, la icónica fotografía de Alfred Eisenstaedt en Times Square, Nueva York, que inmortalizó el beso entre un marinero y una enfermera para celebrar el día de la victoria de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, esta pieza de un poco mas de 7.5 metros de altura y 2 mil 720 kilos de peso se ha convertido no solamente en una de las principales atracciones en el embarcadero de San Diego California, sino también en un referente y un lugar donde las parejas se afanan en imitar a los personajes de la misma, así como un espacio para declararse y, en algunos casos, proponer unir sus vidas.

Ambas, la fotografía original que la inspiró, así  como el propio monumento, reflejan uno de los sentimientos que han sacudido a los seres humanos desde el inicio de los tiempos de la propia humanidad y que es el amor. Otra interpretación habla sin duda de la felicidad que significa el fin de una guerra tan cruenta. Se convirtió en un testimonio histórico de ese momento de felicidad y de la magia de un beso bien dado y compartido por la propia pareja protagonista.

Hoy, a mucha distancia temporal de su origen, la veo como una promesa viva de esperanza que se refuerza ante la llegada de otra nueva embestida de esta pandemia que no acaba de ceder en su protagonismo que sí comparte con los daños colaterales de otra forma de la guerra que busca afectar a tantas naciones y seres humanos. Ojalá conserve y salpique esa magia de la felicidad que inspira y que a la distancia sume nuevos valores de inspiración para forjar la belleza de la vida en el mundo, incluyendo este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

Google News