Esta semana presenciamos lo que podría ser uno de los capítulos más significativos en la historia del internet, pues aunque para muchos podría parecer una transacción de lo más común entre grandes empresas, como sucedió con LinkedIn o WhatsApp, lo sucedido este lunes con la compra de Twitter por el programador, empresario y magnate sudafricano Elon Musk tiene un fondo mucho más grande del que se discute en esta red social.

El acuerdo de Musk para comprar Twitter desató una serie de polémicas, debates y cuestionamientos en torno a la influencia que tiene y puede llegar a tener una plataforma como lo es Twitter, que desde su fundación en 2006 se posicionó como una firme defensora de la libertad de expresión y ha sido protagonista directa durante los últimos años de movimientos sociales, protestas, elecciones, conflictos entre países, guerras comerciales y de cualquier tema de la agenda pública por pequeño o grande que este sea.

Basta recordar algunos ejemplos de la historia reciente, donde twitter jugo un papel decisivo: la elección presidencial estadounidense de 2016, la mexicana en 2018, el voto del brexit, solo por mencionar algunos, y esto sin duda dejó una fuerte enseñanza de que es lo que puede salir mal cuando las redes sociales deciden no poner restricciones ni limitaciones a lo que se puede publicar en sus plataformas.

Las fake news, los discursos radicales y una gran cantidad de cuentas falsas pueden amplificar peligrosamente los puntos de vista y las opiniones en extremos divididos, que trae como consecuencia sociedades polarizadas.

A primera vista, todo parecería indicar que con Musk al frente de esta poderosa red social, la libertad de expresión se fortalece, pues él mismo ha declarado que cree en que la libertad de expresión es la base para que cualquier democracia pueda funcionar, sin embargo, la cuestión de fondo está en la concepción y el significado tan amplio que se le puede dar a la “libertad de expresión” y en cómo basará sus decisiones Elon Musk al convertirse en el propietario de una plataforma tan influyente.

Me parece que el riesgo está en que Twitter solo haya pasado de responder a los intereses de unos a los de otros grupos que impulsan su propia visión de libertad de expresión. Ningún espacio digital o físico es una zona de total libertad de expresión.

¿Quién decide qué contenido es mejor o peor?, ¿De qué manera los algoritmos priorizarán la información que recibimos?, ¿Cuáles son los niveles de tolerancia?, todos estos cuestionamientos pueden tener un gran espectro de respuestas dependiendo de a quien se le pregunten, al final la respuesta será cien por ciento subjetiva.

La reflexión de fondo está en entender que con este movimiento, Musk se une a un muy reducido grupo de empresarios que están al frente de las plataformas más influyentes de la agenda mediática global, Twitter, Facebook, TikTok y Apple son las nuevas plazas públicas donde se debaten asuntos vitales para el futuro de la humanidad.

En este mundo donde lo digital y lo virtual toma cada vez mayor terreno, nos encontramos frente a una restructuración y un replanteamiento de conceptos tan importantes como la libertad de expresión.

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