Antes de sufrir un aneurisma, es decir, una dilatación en un vaso sanguíneo del cerebro, la dinámica de fluidos experimenta turbulencia en las arterias de ese órgano. Hay especialistas en esta materia, como el doctor Fabrizio Alejandro Gómez, de la Universidad de Chile, que ha hecho estudios numéricos de la turbulencia en aneurismas cerebrales. Leí el resumen de sus experimentos y la claridad de su descripción me deja con una mezcla de emociones: percibir la grandeza y profundidad de las materias que desvelan a los científicos, y la enorme ignorancia mía en áreas de la ciencia y las humanidades.

En algunos ensayos dedicados a la turbulencia, se atribuye la misma cita a varios investigadores, entre ellos el físico cuántico alemán Werner Heisenberg y el matemático británico Horace Lamb: “Cuando conozca a Dios, le voy a hacer dos preguntas: por qué la relatividad es tan compleja y cómo se explica la turbulencia. Dios tendrá una respuesta para la primera”.

La turbulencia emocional que experimenta la humanidad en estos momentos de prueba es inmensa y tan compleja, que nos afecta a todos, así gocemos de salud y tengamos un empleo, un techo sobre nuestras cabezas, pan sobre la mesa y amigos para conversar. En medio de la tormenta mundial, que también causa turbulencia en los mares emocionales que navegamos, buscamos un asidero que nos lleve a flote hasta la orilla.

León Felipe, el poeta mexicano nacido en España, escribió en 1920 el poema “Vencidos”, un homenaje a Miguel de Cervantes, que dice: “¡Cuántas veces, don Quijote, por esa misma llanura, / en horas de desaliento así te miró pasar! / ¡Y cuántas veces te gritó: Hazme un sitio en tu montura / y llévame a tu lugar; / hazme un sitio en tu montura, / caballero derrotado, / que yo también voy cargado de amargura / y no puedo batallar!” Serrat puso música a estos versos.

Cargados de amargura, así andan algunos seres humanos que desean llevar agua a su molino, con fines políticos que en el fondo son ambiciones de poder económico y de control sobre las masas. En tiempos turbulentos, surge el instinto humano que da origen a la tiranía.

El agua que fluye para darnos vida ha sido una de las víctimas de la turbulencia. Ha sido contaminada con desechos tóxicos, plásticos de todos tamaños, medicamentos caducos y materia orgánica en descomposición. Por otra parte, miles de voluntarios y organismos están dedicados a devolver el equilibrio a la naturaleza. Enfrentan batallas sin cuartel para lograrlo.

Hernán Lara Zavala escribió esta introducción a su novela Península, Península: “Corre el agua bajo la piedra blanca, la piedra ocre, piedra caliza, calcárea y porosa. [...] Corre en un río de silencios: subterráneo, sagrado, milenario. Corre bajo oscuras cúpulas a través de túneles del tiempo en los que aún se alcanza a oír el eco de un son lejano. Corre el agua como la historia, libre y prisionera, en meandros, laberíntica. [...] Pero debajo de esa losa pétrea, ahora cubierta de maleza, corre también un río de palabras, de voces y de historias”.

Que los ríos que corren por tus venas, lector, sean sanos y nutritivos. Que pase la turbulencia y tus cielos vuelvan a ser límpidos.

Google News