Quizá poco conocida, Alissa Zinovievna Rosembaum nació en San Petersburgo, en plena monarquía zarista. Durante la revolución rusa (1917) expropiaron la farmacia de su padre. Eso influyó en su vida, en su ideología y en su odio al régimen comunista.

Desde niña fue una gran lectora y empezó a escribir muy joven. A los veinte años, luego de expresar sus ideas antisoviéticas, aprovechó un visado para abandonar Rusia y visitar a parientes suyos que vivían en Estados Unidos.

Tuvieron que pasar diez años desde su llegada al país que amaba por las películas del cine mudo, para que adquiriera la ciudadanía norteamericana (1931). No solo cambió de nacionalidad sino de nombre. Ayn Rand escribió: “Soy estadounidense por elección y convicción. Nací en Europa, pero emigré a los Estados Unidos de América porque éste era el país donde una podía sentirse totalmente libre para escribir”.

Puede uno no estar de acuerdo con Rand. La escritura no requiere condiciones específicas, ni atmósferas favorables, pero su norteamericanismo la llevó a excesos como hacer apologías del sistema de los Estados Unidos al asegurar que es “el único país moral en la historia del mundo”.

Preferimos quedarnos con otras frases de esta interesante mujer, autora de varias célebres novelas (“El manantial” y “La rebelión de Atlas” que alcanzaron el rango de best sellers, cuando éste término no era muy popular a mediados del siglo XX) y original pensadora que hizo del “objetivismo”, una filosofía con pocos seguidores y numerosos escépticos y detractores.

Calificada como demasiado egocéntrica, antialtruista por excelencia, también sufrió incontables críticas por su método de pensamiento dogmático.

Aunque su filosofía ha sido apologética del orden social capitalista, tampoco era una inflexible gringófila. Advirtió en una de sus novelas la decadencia del país que admiraba —y en donde se sentía maravillosamente— debido a su individualismo exacerbado. Con todas sus controvertidas posturas, Ayn Rand es autora de frases que hoy nos hacen reflexionar. Algunas de ellas sabias y estremecedoras. Escojo algunas:

“Nadie tiene derecho a iniciar el uso de la fuerza física contra otro ser humano, sea cual sea el fin que quiera obtener.”

“Elegiré amigos entre los hombres, pero no esclavos ni amos. Elegiré sólo a los que me plazcan, y a ellos amaré y respetaré, pero no obedeceré ni daré órdenes. Y uniremos nuestras manos cuando queramos, o andaremos solos cuando lo deseemos.”

“El poder económico se ejerce a través de lo positivo, ofreciendo a los hombres una recompensa, un incentivo, un pago, un valor. El poder político se ejerce a través de lo negativo, por la amenaza de castigo, daño, encarcelamiento y destrucción. Las herramientas del hombre de negocios son los valores, la herramienta del burócrata es el miedo.”

Finalmente, en 1950 expresó un pensamiento que un amigo mío me envío como un mensaje que aún quiero interpretar en sus intenciones, pero a todos nos puede decir algo:

"Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada."

¿En dónde nos situamos entre todas esas consideraciones?

La pregunta más importante es el título de esta colaboración.

Editor y escritor. Ha sido colaborador de diversos medios de comunicación y director de publicaciones independientes y universitarias.

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