Cuando Donald Trump hizo públicas sus aspiraciones por contender por la presidencia de Estados Unidos, más de algún analista político pensó que se trataba de una broma o de publicidad para un nuevo reality show dirigido por el multimillonario.

Sin embargo, el escenario político en el que Trump irrumpió ya no era el mismo que en últimos años había dominado Estados Unidos. Por un lado, la aparición del ala de ultraderecha denominada Tea Party, que exigía al Partido Republicano moverse hacia posiciones más radicales, lo cual nunca fue aceptado por varios militantes.

Pero no solo fue el Tea Party quien sacudió la política tradicional norteamericana, sino que en el ala izquierda surgió otro movimiento radical, el llamado Occupy Wall Street.

A raíz de la crisis financiera global en 2008, que hundió en la miseria a millones de norteamericanos y provocó la quiebra de cientos de empresas, muchos salieron a protestar contra el capitalismo financiero y los capitales golondrinos. Así nació este movimiento, el cual es horizontal y su principal lucha es contra la codicia de los agentes de Wall Street.

Tea Party y Occupy Wall Street fueron dos variables que se fueron incubando durante el gobierno de Barack Obama y del cual nunca se hizo el cálculo que tanto podían influir en la política electoral del vecino país del norte.

Este es el escenario en el que irrumpió Donald Trump hace cuatro años para competir en las elecciones primarias del Partido Republicano. Poco a poco fue ganando posiciones, fue adaptando su discurso, supo leer que los políticos tradicionales habían dejado de escuchar al votante promedio y que solo hablaban para sí mismos.

Basta un ejemplo, el cual perjudica mucho a México: en días recientes en redes sociales circuló un video de las elecciones primarias del Partido Republicano en los 80, donde George Bush y Ronald Reagan son cuestionados sobre la inmigración ilegal y ninguno de los dos se opone y, por el contrario, Bush hasta presume sus nexos familiares con México; sin embargo, 40 años después la postura cambió, Trump supo leer la xenofobia de los votantes y de allí empezó a construir un discurso antiinmigrante que hoy mantiene con su promesa de construir un muro entre México y Estados Unidos para frenar la inmigración.

Mientras la clase política norteamericana se encerró en una burbuja donde solo se hablan para sí mismos —algo similar a lo que sucedió con la mexicana—, cuando la burbuja económica estalló en 2008, provocó dos movimientos diametralmente opuestos que provocó fisuras en un partido y así permitiera que un outsider de la política se infiltrara y no solo ganar la candidatura sino incluso la presidencia del país más poderoso del mundo.

Hoy, el tema es que quieren frenar a Trump a toda costa en su búsqueda por la reelección y los congresistas demócratas han llevado al impeachment —juicio político— a Donald Trump pero este lo ha capitalizado y no es con los misiles contra Irán sino con un discurso político en donde dice que los políticos de siempre están en contra del ciudadano y que como el propio Trump los defiende, por eso su empeño en sacarlo de la Casa Blanca, suena absurdo pero así es, ahora resulta que un multimillonario es el campeón defensor del pueblo.

Habrá que esperar a ver qué pasa con el juicio en el senado y si los demócratas logran tener un fuerte candidato que enfrente a Trump. El balón está en juego, pero Trump está a punto de hacer un primero y diez.

Periodista y sociólogo. @viloja

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