Mayo de 2021 será inolvidable para ya saben quién. La sequía de rivales políticos con la que ha transcurrido su gobierno, se acabó en mayo. La maldita realidad ha hecho lo que sus adversarios políticos no pudieron hacer: arrinconarlo y ponerlo, errático, a la defensiva, de suerte que está siendo su propio enemigo.

El Presidente está enojado y está perdiendo el control personal y político. El derrumbe de un tramo de la línea 12 del Metro está siendo su personal Waterloo y el de la 4T. El “efecto Tláhuac”, como algunos han dado por llamar a este fatal acontecimiento, ha hecho desplomarse no sólo la popularidad del mandatario (encuestas sobre su desempeño son reprobatorias en seguridad, corrupción, economía, etc.), sino también el escenario electoral que había venido construyendo desde el año pasado en que salió a hacer campaña.

Como fichas de dominó han venido cayendo una a una sus expectativas en el número de las gubernaturas, diputaciones federales y alcaldías de la Ciudad de México que pretendía ganar: podría no repitir la mayoría calificada en la Cámara de Diputados; corre el riesgo de ganar apenas la mitad de las Alcaldías de la CDMX; y puede perder 6 gubernaturas, hasta ahora.

Como en el cuento “Pedro y el Lobo”, el presidente ha perdido credibilidad, ha gastado su prestigio como maestro del engaño y la distracción. Habiendo sido él mismo víctima de una campaña para evitar que fuera candidato a la presidencia de la república, durante el gobierno de Vicente Fox, ahora comete los mismos errores: victimiza a sus adversarios en tiempos electorales.

Para derrumbar políticamente a sus opositores azuzó a la Fiscalía General de la República para que persiga a sus adversarios. Lo que pudo hacer en dos años lo guardó para estas elecciones, contaminando la verdadera justicia con la venganza y el beneficio electoral.

Quiere aplicar todo el peso de la ley contra el gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca; persigue a los candidatos a la gubernatura de Nuevo León, tanto del MC como del PRI por utilizar tarjetas para “comprar el voto”, cuando sus candidatos en el mismo Nuevo León, Clara Luz Flores; en San Luis Potosí, Ricardo Gallardo; y, Guadalajara, Carlos Lomelí, hacen lo mismo sin persecución.

Acusa a Miguel Mancera de la caída del Metro en Tláhuac, pero nada hace contra Claudia Sheimbaum por la falta de mantenimiento; o contra Marcelo Ebrard por haber construido una obra plagada de errores e  irregularidades. También garantiza la impunidad de su diputado Benjamín Saúl Huerta acusado de drogar y violar a un menor de edad.

El presidente, que se decía cercano al pueblo, ha demostrado que eso era sólo un recurso de campaña. Cuando las tragedias lo requerían cerca, no quiso mojarse los zapatos, no fuera a enfermarse (inundaciones de Tabasco y Chiapas). Y ahora, en la tragedia de Tláhuac, lo reiteró con un contundente: “al carajo”. Si tanto le molesta el uso propagandístico que se haga de las fotografías e imágenes de su visita, puede prescindir de los medios de comunicación y estar cerca de los deudos y hasta mojarse los zapatos. Pero no, no son su prioridad.

“El pueblo sabio y bueno” está enojado y es posible que, si no corrige su desempeño y el de su administración, tendrá éxito la campaña del voto útil que la misma sociedad impulsa, al margen de los partidos.

AMLO suma otros 26 muertos a las más de 500 mil víctimas de su gestión; sigue en campaña antidemocrática y multiplica sus tropiezos.   
Periodista y maestro en seguridad nacional

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