Para no variar, el rostro predominante de la tragedia es siempre el mismo: el de los pobres, débiles, ignorantes y necesitados; en cualquiera de sus presentaciones: no nacidos, enfermos, ancianos, niños, mujeres, jóvenes, trabajadores…
Hay tragedias previsibles y a su vez inevitables: las causadas por fenómenos naturales: terremotos, huracanes, inundaciones, incendios, sequías, heladas, epidemias, pandemias, etc.. Ante su inminencia se pueden tomar acciones para prevenir, aminorar o contener los daños. En este tipo de causas no hay culpables.
También hay tragedias previsibles y evitables: los accidentes causados por factores humanos: entre ellas, por impericia, negligencia, imprevisión, ignorancia, imprudencia, inexperiencia, etc.: incendios, explosiones, choques, derrumbes, intoxicaciones, destrucción de infraestructura, entre los muchos tipos de daños. A diferencia del anterior, siempre habrá (ir)responsables, y, supuestamente, se aplicarán penas para resarcir los daños.
Pero las peores tragedias son las causadas por la ambición y el dolo (corrupción); que como la mentira, inician y nunca paran para ser consistentes consigo mismas. Es la perversión de la esencia del servicio público y de las obras públicas: cuyo objetivo es garantizar bienes y servicios de calidad, seguros y durables, que atiendan las necesidades sociales y contribuyan al progreso nacional.
La corrupción, lo estamos viviendo en la tragedia de la línea 12 del Metro, se generó desde la desaparición de la Comisión de Vialidad y Transporte Urbano (encargada de la planeación, diseño y realización de la obra en proyectos como el Metro), siendo López Obrador gobernante de la Ciudad de México.
En su gobierno, Marcelo Ebrard Casaubon, proyectó la construcción de la Línea 12 en 15 mil millones de pesos (terminó costando 24); era subterránea y terminó siendo elevada; se cambió la ruta para beneficio de clientelas políticas; se autorizó cambiar los materiales establecidos en el proyecto; sin licitación -por asignación- se rentaron trenes que excedían las dimensiones establecidas en el proyecto, y al triple de lo que hubiera costado adquirirlos; y, contrario a lo proyectado, se cambiaron los rodamientos de caucho a metal, lo que aceleró el desgaste en los rieles; en algunos tramos la distancia de los vagones con las paredes de los túneles era tan corta que se corría el riesgo accidentes, por lo que se redujo la distancia entre trenes para evitar accidentes.
Miguel Ángel Mancera terminó encubriendo a Marcelo Ebrard, quien huyó a Paris para autoexiliarse mientras en México le llovía. Paró 18 meses el servicio para dar mantenimiento a la infraestructura, sin corregir de fondo los errores.
El gobierno de Claudia Sheimbaum, no le dio mantenimiento porque su jefe decidió destinar recursos a sus proyectos personales y electorales. El Metro requiere 36 mil millones de presupuesto y sólo tiene 15 mmdp. La incompetencia de su directora, amiguísima de Claudia, cuya renuncia es obligada, también juega.
La corrupción no fue de los neoliberales. Los corruptos que gobernaban hace 25 años son los mismos corruptos que gobiernan hoy. Comenzaron robándonos dinero. Hoy nos roban la seguridad, la paz interior, el bienestar y el futuro de nuestros hijos. La tragedia hoy es que los responsables quedarán impunes: Morena votó, en la cámara de Diputados, porque no se cree una Comisión Investigadora ¡Viva la Corrupción de los que se dicen diferentes y son peores!