En Hidalgo, a varias semanas de iniciada la guerra contra el huachicol, la gasolina aún les estaba racionada y las filas de carros en las estaciones de servicio continuaban siendo interminables. La gente estaba desesperada porque la escasez de combustible en gasolineras, desde antes, había desatado peleas y connatos, sobre todo de la Ciudad de México; porque entre los formados nunca faltaba el que se quisiera pasar de listo y colar hasta el frente para ahorrarse las horas de espera y cargar casi un cuarto de tanque. Por ello, y por irresponsabilidad, ignorancia o pobreza, cuando se supo que había una fuga de gasolina cerca de la carretera, en el oleoducto que pasa cerca de Tlahuelilpan, Hidalgo, sin medir el peligro gran parte del pueblo corrió con sus recipientes.

Pese a que ya habían llegado los soldados a resguardar la fuga, e intentaron disuadirlos, éstos señalaron haber sido superados en número porque llegó gente de pueblos vecinos. Aún no se aclara si la fuga fue accidente de huachicoleros, o si fue intencional para enviar un mensaje al presidente López Obrador; sin embargo, lo que es un hecho es que varios comerciantes se han visto afectados porque las raciones no alcanzan para mover sus productos, llevar sus hijos a la escuela o desplazarse a sus centros de trabajo; además, en los últimos días, la economía del lugar la soportaba el robo de gasolina.

La medida encabezada por la Presidencia de la República es plausible, sin embargo hubo negligencia en la prevención; una investigación profunda de los alcances de la medida, pudo anticipar reacciones e inmovilizar funcionarios y cómplices, porque si como publicó Seth Harp en Rolling Stone “Sangre y Petróleo” (Enero 11-2019) la delincuencia organizada es eje del robo de gasolina, con ello no solo están en peligro las instituciones, sino también el Presidente.

Gran parte de la negligencia estaría tal vez en Pemex, quienes en 1974 firmaron un acuerdo con los campesinos del municipio para que por sus tierras pasaran los ductos, pero al ser poco profundos y con los letreros de no excavar, cualquiera sabía por dónde pasaban.

El reportaje de la revista Proceso (Amparo Trejo, Mathieu Tourliere 19/01/2019) es revelador: con dos tomas clandestinas muy cercanas al pueblo, la que reventó era la más vieja, el pueblo había cambiado su forma de vida y todo giraba en torno a la venta de combustibles. Hasta a cinco pesos vendían el litro de gasolina. En la zona, la primera gran fuga se registró en mayo de 2017 y en 2018 la comunidad fue testigo de cinco fugas más y tres incendios, consigna la revista.

En “Sangre y petróleo” de Rolling Stone, en el sumario, se lee: “Los carteles de la droga en México han evolucionado hacia la industria de la gasolina mientras libran una guerra abierta contra los militares. ¿Podrá el nuevo presidente populista contener el caos? La cifras de combustible ahorradas en esta lucha desordenada, nadie duda que impresionan. De hecho, al enfrentar el problema con “toda” la fuerza del estado, aunque sin saber si estas están infiltradas, es loable. Mucha gente lo esperaba de los anteriores mandatarios, sin embargo no hicieron más que administrar el problema o sumarse al negocio. Por otra parte, todo hace suponer que lo que estamos viviendo no es nada comparado a lo que está por venir, porque la magnitud de la estafa es tal que pudieran estar involucrados gobiernos extranjeros.

El plan para combatir el huachicoleo involucraría 4 mil elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Marina quienes resguardarán 58 instalaciones estratégicas de Pemex, entre ellas seis refinerías, 39 terminales de almacenamiento y despacho, 12 estaciones de rebombeo y el control de ductos; sin embargo este esfuerzo sería en vano si paralelamente no se asegura a los políticos, empresarios y gente honorable (cuello blanco) que está detrás del flagelo.

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