Degradación. Quién sabe qué dirá el presidente de la violencia criminal fuera de control, de la quebrantada salud pública, del incierto destino de la economía o de la desconcertante militarización del Estado, en el informe escrito que deberá presentar hoy, en el que “manifieste el estado general que guarda la administración”. Y quién sabe qué expresará en el mensaje que a este propósito les dará a los suyos —y no a la pluralidad del Congreso, como antes— aunque la razón de ser de ese mensaje sea “la apertura de Sesiones Ordinarias del Congreso”, como lo establece el artículo 69 constitucional. Pocas expectativas despiertan el informe y mensaje porque el presidente mismo los ha reducido a la insignificancia, tras más de una docena de ‘informes’ trimestrales y de su prédica cotidiana, donde se acumulan decenas de miles de afirmaciones falsas o engañosas. Claro. Es evidente que venía de antes la degradación de esta versión mexicana del mensaje anual del presidente, importada de Estados Unidos por nuestras constituciones de los siglos 19 y 20.

Informar a los secuaces. Pero en Estados Unidos el informe va sobre ‘el estado de la Unión’. Y el presidente dice cada año su mensaje en el Capitolio, la sede del Poder Legislativo, con presencia del Judicial, y con las dos cámaras anfitrionas reunidas, es decir, la representación en pleno de la República: el símbolo de la Unión. Así era aquí hasta el inicio de este siglo. Y los símbolos comunican y en México los mensajes anuales de los presidentes de los últimos lustros —como ocurrirá hoy— se pronuncian de espaldas a los símbolos de nuestra unión: la representación nacional del ciudadano y la del pacto federal: diputados y senadores, respectivamente. Hoy se hará en el palacio del Ejecutivo, ante sus secuaces, con independencia de sus diferentes formas, grados y fechas de caducidad de su incondicionalidad y subordinación.

A espaldas, el Congreso. Una metáfora de la autocracia aparecerá en el escenario del ‘informe’. El presidente pronunciará su monólogo dándole físicamente la espalda al oriente, donde se encuentra, a unas cuadras, la sede del San Lázaro en la que el Congreso General estará dando inicio sus sesiones, a cuyo propósito se supone su mensaje. Antes habrá enviado un texto al Congreso, con un propio, así sea el secretario de Gobernación, como simple trámite para cumplir a su manera con la obligación de ‘presentar’ por escrito un informe, en el que “manifieste el estado general que guarda la administración”.

“Bajo protesta de decir verdad”. El nuevo Congreso parece llamado a cumplir la obligación constitucional asignada a “cada una de las Cámaras” de realizar el análisis del informe y llamar a responder “bajo protesta de decir verdad” (mismo artículo 69) a los funcionarios más comprometidos en las previsibles afirmaciones sin sustento del informe, como lo hace, sin el presupuesto de las cámaras, el especialista Luis Estrada. En efecto, su consultoría SPIN registra hasta junio pasado 56 mil 181 afirmaciones no verdaderas, sólo en las mañanas, pero ya se sabe que sus contendidos no difieren de sus “informes” trimestrales ni de los anuales.

Estragos. Por último, quién sabe que diga en su informe el presidente sobre un primer brote público de violencia física contra víctimas de su violencia verbal. Pero a dos meses de descalificar como escoria clasemediera a candidatos y votantes que derrotaron al oficialismo en la capital, los alcaldes electos fueron agredidos el lunes por la fuerza pública. Su siembra de divisionismo de la nación y de menosprecio y resentimiento contra quienes no lo siguen, anuncia tempestades. Por lo pronto, su tercer informe no será sobre el estado de nuestra unión. Se leerá como relación de estragos del lamentable estado de nuestra desunión inducida desde el poder.

Profesor de Derecho de la Información. UNAM.

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