“Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana; y yo no estoy seguro sobre el universo”.

Albert Einstein.

Ayer, en el noticiero matutino a mi cargo en MVS, conversando sobre las implicaciones de la regulación de libertad de expresión en internet, la Doctora Laura Coronado (@soylaucoronado) soltó la frase: “Todos tenemos el derecho a ser tan estúpidos como queramos”, un argumento de jaque mate para los aspirantes a censores de la red, para los nuevos inquisidores.

La frase llegó cuando hablamos sobre los polémicos tuits de Paty Navidad, esos donde invita a sus decenas de miles de seguidores a no usar cubrebocas por atentar contra la “dignidad”, esos mensajes llenos de teorías conspiranóicas que mucha gente considera peligrosos y merecedores de censura.

¡Viva la libertad!, tenemos el derecho a creer en la tierra plana, a pensar que el coronavirus es una invención de los grupos de élite en el globo para controlar nuestra mente, tenemos el derecho a creer que una pandemia es una conspiración farmacéutica y sí, tenemos el derecho a ser estúpidos, tan estúpidos como decidamos.

Y tenemos, también, la obligación de aceptar las consecuencias de nuestras creencias sin culpar a nadie. Tenemos la obligación de asumirnos adultos, de sabernos mayores de edad.

Francamente, hoy encuentro mucha más libertad en la prensa, la radio o en la televisión que en las redes sociales, Youtube, por ejemplo, censura a la menor provocación alegando una violación de copyright que en muchísimos casos resulta falsa, la foto que muestra un pezón femenino puede ser baneada de Instagram ipso facto aunque se trate de una escultura, una cuenta en Twitter puede ser suspendida mediante una serie de ataques de bots que denuncien, falsamente, “violaciones a las normas de la comunidad”.

¿Cuándo fue que jodimos tanto al internet?, quizá, creo, justamente cuando nos jodimos a nosotros mismos traspasando la responsabilidad de lo que vemos a los “otros”, cuando nos asumimos párvulos que no pueden hacerse responsables de lo que consumen, cuando culpamos a las papas fritas de nuestra obesidad en lugar de a nuestros hábitos, cuando decidimos que no queríamos tener el control de nuestras vidas y responsabilizar a alguien más por nuestros fracasos.

Somos adultos que gritan por un bozal, que se indignan por causas justas pero mucho más por una gran cantidad de nimiedades, somos un mazapán, un cristal que se rompe con un chasquido.

Y justo a nosotros, a esta sociedad y a esta generación, así, tan delicados, nos tocará lidiar con la mayor crisis política, económica y social de los últimos 100 años.

De Colofón

Me acordé del candidato triunfante que llamaba a la conciliación y a la unidad nacional, luego recordé que tenemos un presidente que divide y destruye todos los días.

Nos faltan 1551 días para que sea 1 de octubre de 2024.

Ojalá que pronto vuelva el estadista y se olvide al populista.

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