En estos días, de triunfalismo y contradicciones presidenciales, uno de los temas que ocupan mesas de analistas son las señales de populismo que acompañan a Andrés Manuel López Obrador —no sólo de ahora, claro—, mismas que adquieren particular importancia en su desempeño como presidente de la República.

Uno de los textos más recordados sobre este y otros rasgos de este personaje, es la colaboración de Enrique Krauze en la revista Letras Libres, donde el historiador escribió: “López Obrador se manifestaba cada vez como gobernante popular y populista”. Bajo el título “El mesías tropical”, el 30 de junio de 2006, puntualizó que los enemigos del tabasqueño “eran los enemigos del pueblo: ‘los de arriba`, los ricos, los ´camajanes´, los ´machuchones´, los ´finolis´, los ´exquisitos´, los ´picudos”. También agregó: “Con López Obrador, la teoría de la conspiración se volvió política de Estado: toda crítica era parte de un ´complot´ para desbancarlo”. Y añadió: “la austeridad republicana de los gobiernos juaristas (1858-1872) debía hallar su contraparte en un manejo impecable de las finanzas públicas. No fue el caso. La opacidad en las cuentas públicas del gobierno del DF era ya entonces (y sigue siendo hasta la fecha) la zona más turbia en su desempeño”, indicó entonces.

En el ensayo citado, destacó: “lo que preocupa de López Obrador es López Obrador”; que “representa a la izquierda autoritaria”; que “no se cree Jesús, pero sí algo parecido”. Además de que “la desilusión de las expectativas mesiánicas sobrevendrá inevitablemente”.

Los hechos han reforzado los temores sobre las consecuencias perjudiciales del populismo de Andrés Manuel, por lo que el asunto resulta más que vigente.

Hace unas semanas, durante el foro “Desafíos a la libertad en el siglo XXI”, en la mesa “La desilusión liberal: comprendiendo el descontento con la democracia”, conocidos opinantes retomaron la cuestión del populismo.

Héctor Aguilar Camín aseguró que “el gobierno que los mexicanos hemos elegido tiene un alma, un impulso, una voluntad populista”, y luego acompañó su argumentación con textos del libro ¿Qué es el populismo?, de Jan Werner Muller. En su exposición, manifestó: “nosotros vemos, en un estado muy avanzado, la captura del gobierno de López Obrador del poder legislativo federal, del poder judicial y de los poderes de los estados; está en un estado muy avanzado esa captura”; y, tras explicar que hay una ofensiva gubernamental sobre órganos autónomos, sostuvo que se da “un paso adelante en la captura y en la utilización oficiosa, facciosa, de los medios de información públicos para emitir mensajes oficiales siempre favorables al gobierno”, y para criticar a los que no están de acuerdo con él.

José Woldenberg expuso sus preocupaciones respecto al discurso de claros tintes autoritarios del actual presidente, entre muchas otras.

Los señalamientos vienen de adentro y de afuera, también de otros observadores. Ejemplo de ello es el escritor peruano y premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa, quien ha alertado repetidamente sobre el populismo y la demagogia. En esta ocasión se preguntó: “¿significa la elección del señor López Obrador que la democracia mexicana va a seguir profundizándose o significa un retroceso, o significa que el populismo ha echado raíces en México y que puede prosperar con este gobierno y arruinar a este país, como han arruinado los populismos a todos los países que han hecho presas?”. Luego de esto, invitó a “defendernos contra el populismo, defendernos con uñas y dientes…”.

El tema supera este espacio, y a reserva de seguir encuadrándolo, consideremos que más allá de las coincidencias o divergencias con los intelectuales mencionados –que representan posiciones diversas–, resulta relevante que existan preocupaciones innegables debido a los indicios de la tendencia populista de López Obrador. Y, cuidado, recordemos que el populismo suele acompañarse de demagogia y autoritarismo.

Director de War Room consultores

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