La reforma en materia de Guardia Nacional que fue aprobada recientemente en la Cámara de Diputados no tiene otro objetivo que el de solapar y encubrir el fracaso de la estrategia en materia de seguridad del gobierno federal. Hace 4 años las y los diputados dimos nuestro voto de confianza para conformar esta corporación de seguridad, pero vemos con tristeza que la mala administración de esta agrupación hoy la ha convertido en un fiasco.

Por supuesto, no nos referimos a las y los valerosos mexicanos que integran la Guardia Nacional y enfrentan a la delincuencia organizada todos los días; al ser arriesgados a avanzar sin estrategia ni el apoyo de inteligencia, ellos también se convierten en víctimas de las malas decisiones en materia de seguridad. Me refiero a la actuación errática del presidente de la República que ha provocado que hoy la Guardia Nacional ni siquiera se acerque a la efectividad que tenía la extinta Policía Federal.

Para poner en contexto esta afirmación es importante ejemplificar que en 2018, con 33 mil elementos la Policía Federal realizaba 21 mil detenciones. En cambio, el propio reporte de Guardia Nacional demuestra que con 100 mil elementos en 2021, realizó apenas 8 mil detenciones. La Guardia carece de trabajo de inteligencia, realiza menos incautación de drogas, de armas y menos detenciones de alto impacto que la Policía Federal en cualquier otro periodo.

La realidad de la violencia y la incidencia delictiva que azotan a nuestro país es innegable. La Guardia  Nacional ha fracasado en su labor de inhibir la actividad delincuencial porque cada vez hay actos más atroces, más inhumanos, y no hay el menor temor a una detención. En esa situación tan delicada de incapacidad para contener el delito, el gobierno le endilgó la responsabilidad de esta Guardia fracasada a la Sedena.

A decir verdad no hay reforma, recursos suficientes, elementos bastantes o armamento capaz de frenar a la delincuencia mientras el presidente de la República diga que a los delincuentes se les tiene que abrazar; que la delincuencia organizada también es pueblo. Las y los mexicanos están aterrados frente a la creciente delincuencia y el peligro de personas que escogieron traicionar a la sociedad y dedicarse a actividades ilícitas: para quienes atemorizan a nuestra gente debe aplicarse todo el peso de la ley.

Soy plenamente consciente que el problema de la inseguridad no es de este sexenio, sino que tiene mucho tiempo azotando a México, pero como legislador federal me gustaría ver que las voces de Morena que no se cansan de hablar de los errores del pasado, tengan el mismo valor para recordarle a López Obrador sus errores presentes. No vamos a recuperar la paz si lejos de ver la realidad, quieren tapar el sol con un dedo e inventan datos para intentar calmar sus conciencias: la seguridad y la vida de las y los mexicanos vale mucho más que su falso discurso electorero.

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